13 ago 2020

El coronavirus cambia el mundo del comercio y las inversiones

Con las economías que aportan más del 70% del PIB mundial en recesión y los flujos comerciales e inversores paralizados, la globalización se pone en revisión.

 

Gran parte de los ejecutivos y directivos de empresas de todo el mundo tiene en su memoria reciente los duros efectos de la crisis financiera internacional de hace un decenio. También son conscientes de que cada episodio de turbulencias, de final de ciclo de negocios, sobre todo si es abrupto e inesperado, como la actual y la de 2008, abre una fase de agonía que exige a las firmas privadas adaptarse con urgencia a las duras condiciones coyunturales y, también con una inusual celeridad, aprovechar el momento del despegue de la actividad.

El problema añadido que crea la crisis del coronavirus es la ausencia de un calendario fiable para la reanimación económica, a la que, en esta ocasión, debe acompañar un exigente proceso de reconstrucción de los patrones de crecimiento y de reconversión de industrias, sectores y empresas. Porque parece que nada será exactamente igual y porque, como recalcan las instituciones multilaterales y reconoce sin tapujos el consenso del mercado, la excepcionalidad de esta recesión exige recetas y soluciones también excepcionales.

La salida de la pandemia será compleja, con inciertos comportamientos de los consumidores, ritmos de producción que funcionarán a trompicones, con reanudaciones y paradas y nuevos y exigentes protocolos sanitarios que eviten réplicas de contagios una vez se estabilicen las curvas de fallecimientos y de infectados por la pandemia.

El diagnóstico es de The Economist. El semanario británico incide en que el sector privado lucha contra una pandemia también invisible en el terreno económico. Con gigantes como LVMH, el emporio parisino de moda, que se han puesto a fabricar geles desinfectantes para uso sanitario, General Motors, que ha derivado sus cadenas de producción para construir respiradores y Alibaba, que distribuye mascarillas por todo el planeta.

Mientras las firmas de la gran distribución compiten por tener sus stocks con los suficientes productos para atender las necesidades básicas de la ciudadanía. Pero pocas de ellas han revelado sus cálculos sobre el daño financiero que les infligirá la crisis de la Covid-19 y la congelación de sus negocios.

Es cierto que no es la primera vez que las empresas se enfrentan a fenómenos como el actual. En la última recesión, dos terceras partes de las multinacionales americanas experimentaron caídas en sus ventas. En el peor trimestre de la contracción del PIB de EEUU, descendieron un 15% en tasas interanuales. En la Gran Pandemia, los retrocesos superarán el 50% por norma general, a tenor del estrés que revelan los indicadores que miden la capacidad de compra de consumidores y de inversión de empresas. O el hundimiento de la demanda de petróleo con mercados como el de EEUU con episodios de cotización en negativo del barril, porque no pueden almacenar más stocks de crudo.

Pero, sobre todo, por la incertidumbre que entraña la recuperación, de la que todavía se mantiene la teoría de un despegue en V asimétrica, un retardo menor y proclive a un ritmo de actividad que pueda propiciar la velocidad de crucero del ciclo de negocios post-Covid. Pero el ínterin es peliagudo.

La información de The Economist augura un nuevo mundo para el comercio y las inversiones. A partir de la cascada de quiebras y de la ruptura de las cadenas de producción y abastecimiento. H&M, el gigante sueco de ropa, ha pedido a sus trabajadores que soliciten vacaciones anticipadas para ganar tiempo y evaluar las pérdidas de sus centros de venta y la fórmula de reanudación de sus estancadas fábricas y de sus canales de distribución exterior.

Desde Italia, por ejemplo, se han cancelado gran parte de sus exportaciones, desde el queso a los componentes de turbinas para la industria aeronáutica. Y China, el gran bazar global y el gran exportador mundial, todavía está lejos de restablecer sus flujos de mercancías.

Mientras Apple anuncia que sus móviles 5G no estarán disponibles hasta finales de año por la debilidad de sus cauces de distribución comercial y Hong-Kong admite la cancelación masiva de pedidos y de declaraciones de impagos y de quiebras entre firmas financieras que negocian habitualmente en su poderoso centro bursátil. La práctica totalidad del sector privado global tiene dificultades monetarias, comerciales y, por ende, contables. En las últimas dos recesiones, casi una de cada diez empresas con descensos crediticios entró en suspensión de pagos.

Las pymes son las que más sufrirán. Hay multinacionales, como las tecnológicas, que incluso han visto repuntar sus demandas. Pero muchas de una dimensión mediana o pequeña tendrán que cerrar. Al menos, temporalmente. En EEUU, un 54% de ellas barajan seriamente la opción, y en un plazo corto de tiempo. Alguna de las cuáles, además, han paralizados sus objetivos de salir a bolsa. En medio de quejas sobre la tardanza de los gobiernos en hacer llegar las ayudas oficiales.

En EEUU, Reino Unido y varios países de la UE. A mediados de abril, sólo el 1,5% de los 350.000 millones de dólares de subsidios del Tesoro americano hacia sus pymes habían llegado a las cuentas de sus propietarios.

China, origen de la pandemia y primer país en restablecer una cierta calma productiva, todavía está funcionando a un 70% de su capacidad. Porque, como todo el planeta, antes deben reconfigurar sus cadenas productivas, con el músculo financiero del que disponen, para, al mismo tiempo, ganar ventajas competitivas en la carrera de la era de la digitalización y atender las normas de distanciamiento entre empleados que operan en sus estructuras fabriles. Sin desviarse de los objetivos de producción a pleno rendimiento. Vigilando los cambios de gustos y tendencias de los consumidores; en definitiva, sus preferencias, sobre todo, en los ecosistemas digitales. Y dando preeminencia a las reuniones telemáticas.

De ahí que las intenciones de intentar mantener a flote sus plantillas sean tan importantes. De ello depende que se cumplan sus planes estratégicos. Pero también de sus inversiones en tecnología. Porque el planeta está avanzando a marchas forzadas en e-commerce, pagos digitales y trabajo en remoto. También la mayor parte de las innovaciones médicas que reclama el combate contra la Covid-19, las posibles vacunas, dependen de tecnologías de última generación, del Big Data y de los procedimientos de Economic Analytics.

La Inteligencia Artificial estará inexorablemente en la proa de la navegación inmediata del sector privado. Al igual que, en segundo término, de las futuras exigencias en materia de producción y distribución. Habrá que reinventar las cadenas de valor y de suministro. De forma precipitada y después de largos meses de guerras comerciales y aumento de barreras arancelarias.

Apple ha llegado a admitir que sus inventarios apenas han tenido garantías de abastecimiento para diez días y su principal suministrador en Asia, Foxconn, 41. El uso de factorías automatizadas, de avances en robotización de cadenas de valor es ya una realidad. A la que pocas empresas podrán escapar si desean prosperar en sus mercados. En una atmósfera de escasa propensión a los flujos de capital. Algunos cálculos hablan de descensos del 30% e, incluso, del 40% de la inversión empresarial este ejercicio.

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