05 ene 2016

Aprender de ideas de negocio que fracasaron

Muchas empresas acaban fracasando. A pesar de partir de una buena idea existen diversas razones que conducen a un buen número de negocios al cierre. Esto es un hecho, desgraciado para sus protagonistas. Pero esas experiencias negativas pueden suponer una importante lección para cualquier emprendedor. Solo sabiendo lo que le ha ocurrido a otros, seremos capaces de no caer en los mismos errores.  

Se acabó el cash

La primera lección que se puede extraer es la de que todas las buenas ideas que fracasan lo hacen porque, por una u otra razón, se quedan sin dinero. Lo más probable es que detrás de esa realidad se escuchen mil y una razones esgrimidas por parte de los protagonistas. Pero lo cierto es que casi siempre son sólo excusas. Para terminar con la tesorería solo existen tres caminos: una mala planificación, la arrogancia o la codicia.

Los emprendedores que fracasan suelen caer en trampas como la de arrancar cuando no se está preparado, llevar una velocidad de crucero demasiado alta, subestimar los costos que genera el propio negocio, o darse cuenta demasiado tarde de que no es tan sencillo como se pensaba obtener capital que permita seguir manteniendo el ritmo inversor. Esto ocurre porque un empresario suele ser especialista en el desarrollo y la fabricación de un producto o servicio. Pero desconoce lo que implica, por ejemplo, un aumento de capital.

El tema de la arrogancia también influye mucho en situaciones que acaban originando el desastre. Y ocurre cuando la empresa se cree especial y piensa que las reglas financieras más básicas no se aplican a ellos. Un ejemplo. ¿Recuerda a un tal Pau García-Milà? Por si no es así, le refrescamos la memoria. Se trata de un joven portento que inventó el primer escritorio y casi sistema operativo en la nube. Su empresa se llamaba eyeOS. Algunos veían en él al Steve Jobs  o al Bill Gates español. Tras nueve años de vida, la firma acabó vendida a Telefónica. Y menos mal, porque el propio empresario había reconocido que todo se había sobredimensionado y que se había quedado sin dinero.   La codicia también influye mucho en los fracasos. Y ocurre cuando un emprendedor no quiere renunciar a una parte del accionariado para dar entrada a otros.

El afán de querer controlarlo todo acaba con una firma sin dinero

Es mejor ceder para conceder una segunda oportunidad al negocio. Además, si los nuevos socios son los correctos, seguro que pueden ayudar a solucionar los problemas de gestión.  

Falta de visión

Algunos emprendedores suelen caer en el error de centrarse demasiado en su negocio olvidándose de lo que ocurre fuera de las cuatro paredes de la oficina o el despacho. Si se adopta esta actitud, se corre el riesgo de perderse innovaciones que a la larga pueden acabar con cualquier idea, por muy buena que ésta sea.

Este es el motivo que hace que las firmas más grandes del mundo sean gestionadas bajo un criterio de innovación constante. Y es que gigantes como Apple o Google, que son dos de las tres empresas más grandes del mundo por capitalización bursátil, reconocen que su gran rival se encuentra localizado en un garaje cualquiera, pergeñando una revolución que puede condenar su negocio. ¿Exagerado? Para nada. Solo hay que ver las vueltas que está dando Google para replicar su exitoso modelo de negocio publicitario del PC a los dispositivos móviles. A pesar de cambiarlo todo con cada nueva versión de Android, todavía no han sido capaces de dominar este mercado en el que el internauta busca menos, ya que entra directamente en las aplicaciones que le interesan.  

Otro ejemplo de ceguera ante el mundo real: Blockbuster

El viejo rey de los videoclubes (tenía más de 30.000 tiendas en todo el mundo) no fue capaz de ver el peligro que suponía la aparición de una pyme llamada Netflix, que se encargaron de sepultar al gigante a base de crear una tarifa plana, enviar los DVDs por correo y no cobrar los retrasos en las devoluciones de las películas. Blockbuster reaccionó tarde y mal al reto de los nuevos competidores.

Con los años les copiaron la estrategia. Pero Netflix no se preocupó. Sus fundadores ya habían entrado en la batalla del streaming, que ponía fin al formato físico en el mundo audiovisual. ¿Resultado? Blockbuster se declaró en bancarrota en 2010 y aquellos rivales a los que menospreciaba al principio dominan en la actualidad el mercado de la televisión de pago a nivel mundial.

Estos dos ejemplos nos demuestran que ningún negocio, por consolidado que esté, está libre de caer en picado ante una innovación. Para evitarlo lo mejor es no olvidarse de salir a la calle y palpar lo que allí ocurre. Es una de las obligaciones más importantes que tiene todo emprendedor y que jamás debe olvidar.  

No asumir riesgos

Hay algunos empresarios a los que les gusta centrarse en lo que mejor saben hacer. Piensan que así se podrá seguir teniendo éxito por tiempo indefinido. Se equivocan. Esta característica inmovilista conduce al fracaso en muchos casos. Una pyme, o una multinacional, nunca debe trabajar con planes cerrados. Siempre hay que dejarlos abiertos. Si no, se corre el riesgo de perecer, como le ha pasado recientemente a dos de los antaño reyes mundiales de la telefonía.

Nos referimos a BlackBerry y a Nokia. Ambas empresas no hicieron nada ante la aparición de Apple y sus iPhone y Google y su Android. Todo el mundo demandaba los nuevos servicios del teléfono inteligente. Pero eso no hizo cambiar los planes a los directivos de ambas firmas. Nokia siguió con sus terminales de teclas cuando el mundo dominaba ya las pantallas táctiles. Mientras, BlackBerry pensaba que su cliente basado en el mundo empresarial, no se dejaría arrastrar por los cantos de sirena de los nuevos competidores. A día de hoy, todos lo que utilizaban una BlackBerry la han cambiado por un iPad y qué decir de Nokia. Ya ni existe la marca.

No se sabe muy bien por qué pero parece que el miedo es lo que atenaza la mayoría de las decisiones. Eso es nefasto en una sociedad en la todo cambia a velocidades de vértigo. Un emprendedor no debe tener reparos a la hora de asumir riesgos. La historia empresarial está repleta de cadáveres que no se atrevieron a volar y, cuando quisieron, se habían quedado sin alas. A los ya vistos se podría sumar a Kodak, que inventó la fotografía digital pero no afrontó el paso de mutar su negocio. Xerox también es otro caso recordado. Aunque nadie lo recuerde fue esta empresa la que inventó el ordenador personal, aunque nunca se atrevió a comercializarlo. La IBM de entonces todavía le sigue dando las gracias ante tamaño desatino.

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