31 jul 2024

¿Por qué es un peligro que los bancos compren demasiada deuda soberana?

Alex Ordóñez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

La situación en Europa se ha estabilizado tras la segunda vuelta de las legislativas francesas en las que el partido ultraderechista de Marine Le Pen ha quedado lejos de hacerse con el control de la asamblea gala. Los mercados han asumido que esto elimina un importante riesgo para la propia Francia y, por extensión, la UE al quedarse en el tintero algunas de las medidas antieuropeistas que promulgaba el Reagrupamiento Nacional, que es el nombre del partido liderado por Le Pen.

Una de esas medidas que los inversores siempre recordaban que podía suponer un riesgo y que la formación ultraderechista defendía era la de impulsar el incumplimiento de las reglas fiscales que marca la eurozona. En otras palabras, ignorar cualquier reforma encaminada a reducir el gasto o a elevar los ingresos públicos hasta lograr el objetivo que pide la UE de que el déficit público de los Estados miembro estén situados por debajo del 3% y la deuda no suponga más del 60% del PIB. Todo ello en un momento en el que Bruselas ha incluido a Francia en el procedimiento sancionador por su elevado desequilibrio público, que escala a más del 5% en estos momentos.

En este contexto y si bien es cierto que se ha eliminado el peligro de que el incumplimiento fiscal se hiciera crónico, la realidad es que los mercados aún detectan algo de incertidumbre en Francia. Algo comprensible habida cuenta de que el resultado de las elecciones deja una legislatura incierta ante la dificultad de formar un gobierno entre la izquierda y el partido del presidente Emmanuel Macron.

La forma que los inversores (o el mercado como se quiera decir) tienen de trasladar su desconfianza respecto a un país se aprecia en la conocida como prima de riesgo, de infausto recuerdo para los españoles hace poco más de una década. Dicha prima es el diferencial al que los inversores le prestan dinero a un país con respecto al bono alemán, que es la referencia en el caso de la UE. Pues bien, en la actualidad, la brecha entre los bunds germanos (el bono a diez años) y sus homólogos franceses es de más de 60 puntos básicos, lo que eleva el interés que el Estado francés tiene que pagar para que le presten dinero a más del 3,20%.

Dicho retorno supera en más de 110 puntos básicos al alza interanual de la inflación en Francia, que el último dato disponible sitúa en el 2,10%. En otras palabras: invertir en un activo en un principio bastante seguro, como es la deuda de la séptima economía del mundo, permite batir al impulso de los precios en un 1,1%. Esta brecha puede animar a muchos a lanzarse a la adquisición de bonos franceses.

Uno de esos actores del mercado que también suele aprovechar estos momentos de elevadas ganancias es ni más ni menos que la banca local. Primero porque maximiza el retorno de su inversión. Pero también porque con la compra de bonos las entidades financieras francesas ayudan al Estado e impiden que los intereses suban aún más, que es lo que ocurriría en el caso de que las subastas de letras y bonos del Tesoro francés no despertaran interés en los mercados. Es decir con su actuación diluyen el riesgo de que una crisis de deuda vaya a más.

Un ejemplo lo tuvimos hace poco más de un década con la crisis del euro y de la deuda de los países periféricos. Las primas de riesgo de Estados como Grecia, Italia, España o Portugal se dispararon y la banca de cada país se lanzó a acumular deuda para impedir que la crisis se desbordara. En datos, los bancos europeos triplicaron su cartera de letras y bonos locales entre 2012 y 2014.

Por tanto, los bancos (y también el BCE claro está cuyas compras de deuda son las que salvaron a Europa y al euro en aquella crisis que arrancó en 2012) son unos claros aliados a la hora de mantener controlada la financiación de un país. Pero en el caso de la banca privada nacional esto puede suponer un doble peligro.

El primero es que la acumulación de deuda lastra el crecimiento de la actividad económica. En este punto conviene recordar que los créditos que las entidades conceden a las empresas mueven las ruedas de la economía. Pues bien, un exceso de recursos destinados a comprar bonos del Estado limita el capital que los bancos tienen para prestar a los negocios y, también, para conceder hipotecas. Todo ello conduce al ralentizamiento de la economía, lo que genera más desconfianza en los mercados. Es decir un círculo vicioso que puede ser muy peligroso para cualquier país.

El otro gran peligro reside en que la elevada exposición a los bonos coloca a las propias entidades financieras en una situación de extrema vulnerabilidad en caso de que el mercado cambie de repente la valoración sobre la deuda, disparando la prima, lo que conduce a una brutal caída por precio de los bonos. Y es que conviene recordar que la renta fija, de fija solo tiene el nombre, ya que el valor de la inversión cambia continuamente como si fuera una acción. Esto a la mayoría de los inversores particulares, aquellos que aguantan todo el plazo de tiempo hasta cobrar el cupón final, les da igual, pero los profesionales (obviamente la banca entre ellos) y otros muchos juegan a diario en el mercado secundario de deuda comprando y vendiendo bonos por un precio que varía de manera continua.

Por tanto, si la prima de riesgo de la deuda francesa se disparara de nuevo, el cupón que ofrecería el bono sería mucho mayor, pero eso generaría una caída de valor (precio) del propio bono. La banca, por tanto, se quedaría en una situación de franca debilidad, con una cartera de deuda que, de la noche a la mañana, vale mucho menos de lo que ha pagado por ella. Esto también supone un frenazo para la economía ya que reduce la capacidad para prestar de los propios bancos.

Ambos puntos reflejan con claridad por qué la acumulación de deuda por parte de los bancos locales puede pasar factura a la economía y a las propias empresas, además de que puede ser puy peligroso al anticipar una crisis financiera, que son las peores para las economías de los países.

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