05 jul 2022

El BCE declara la guerra a las primas de riesgo

El BCE reacciona ante la escalada de tensión de los bonos italianos, aunque Fitch Rating aporta calma a España manteniendo su nota dentro de su equipo A.

Disponer de la triple A está sólo al alcance de un ramillete de economías desde la quiebra de Lehman Brothers. Un club selecto al que accedió España durante la primera década del siglo por el boom económico de los años que antecedieron y sucedieron al lanzamiento del euro en los mercados de capitales, en 1999, y su puesta en circulación posterior, en 2001. Hasta que surgió el tsunami que barrió la arquitectura financiera internacional, puso en jaque a todos los modelos bancarios del mundo por la acumulación en los balances de las entidades bancarias de activos tóxicos que surgieron por el uso abusivo de productos estructurados, derivados y swaps y que en economías como la española se manifestaron a modo de activos inmobiliarios, adentró al G-7 en su primera recesión sincronizada y sumió a Europa en una prolongada crisis de deuda.

Desde entonces, las agencias de ratings ajustaron sus calificaciones de riesgos, que sólo empezaron a mejorar a partir del ecuador de la década pasada. A cuenta gotas y no sin unos criterios de resistencia mayúsculos que llevaron, incluso a que EEUU, la economía con casi nulos problemas de acceso a financiación internacional por la hegemonía de su divisa, la vitalidad del mayor PIB del planeta y la solvencia de sus empresas y del Tesoro para sufragar sus vencimientos de deuda, perdiera la emblemática AAA. En la actualidad, sólo Alemania, Australia, Dinamarca, Luxemburgo, Suiza, Países Bajos, Noruega, Suecia y Singapur la poseen de las tres grandes firmas de rating. Ni siquiera EEUU, que aún está pendiente de la calificación de Standard & Poor’s (S&P), ni Reino Unido, con sus notas en el peldaño anterior unánimemente asignadas por el triunvirato, al igual que Francia, o Japón, que evoluciona en las mismas cotas de España que, sin embargo, antecede a Italia. 

Fitch Rating acaba de conservar la A- a España con perspectiva estable, calificación sustentada en una economía de “alto valor agregado, sólidos indicadores de gobernanza y valoraciones de desarrollo humano”, parámetros que la sitúan por encima del promedio de socios de su entorno con nota A, incide el informe que, sin embargo, señala a los elevados niveles de endeudamiento público como límites al progreso de sus notas futuras. Pese a que el horizonte de estabilidad que transmiten se achaque a la recuperación del crecimiento del PIB nominal, que traerá consigo un retroceso del endeudamiento soberano en relación a la capacidad productiva este ejercicio y en 2023. En un momento crucial, porque el BCE se vio en la obligación de convocar en junio una reunión extraordinaria de su consejo de gobierno ante la escalada de las primas de riesgo de los países del sur de Europa tras su anuncio de subida de tipos de interés en julio.

“El Consejo de Gobierno tuvo un encuentro ad hoc para discutir las actuales condiciones de los mercados”, confirmó la institución, después de que la deuda de algunos países, entre ellos España, marcara su máximo desde 2014. El rendimiento del bono español a diez años rebasó este martes el 3% ante las perspectivas de mayores subidas de tipos y de un deterioro de la economía. Esa tendencia se ha dado en todo el arco sur de Europa: en Grecia ha rebasado el 4,5%; en Italia, el 4%, y en Portugal, el 3%. Las perspectivas de que la Reserva Federal encarezca el dinero de forma súbita, como está realizando, no han contribuido a contener la deuda, puesto que los mercados temen que una fuerte subida de tipos acabe provocando una recesión que se traslade a otros países por dos vías: arrastrando a otros bancos centrales a esa dinámica para encarecer el dinero o bien por puro efecto contagio.

Ante esa situación, este martes Isabel Schnabel, miembro del comité ejecutivo de la institución, reafirmó el “compromiso con el euro como herramienta anti-fragmentación”, que -precisó- “no tendrá límites”. La advertencia de Schnabel llegó tras varios días de tono más agresivo empleado por Frankfurt contra las primas de riesgo de los países de la periferia. Los mercados barajan que el BCE pueda poner sobre la mesa una mayor recompra de bonos periféricos con reinversiones de los programas de deuda lanzados en los últimos años o incluso un nuevo instrumento para frenar las primas de riesgo.

En este clima de creciente tensión, sin embargo, Fitch Rating resalta que el vigor de la economía hispana se ha desacelerado entre enero y marzo, si bien espera que restablezca su músculo en la segunda mitad del año con el gasto de capital y, por supuesto, el despliegue de los recursos europeos en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que aumentan a un ritmo constante, así como a una revitalización prolongada del turismo y de las exportaciones. Todo ello, “impulsará el PIB real a un crecimiento del 4,4 % este año”, un drástico retroceso respecto al 6,3% de diciembre -admite la agencia-, pero el ritmo más intenso entre las potencias industrializadas, y certificará el retorno a los niveles pre-pandémicos en el transcurso del tercer trimestre de 2023.

Del mercado laboral, sus expertos esperan que la tasa de desempleo disminuya ligeramente en 2023 tras la promulgación de la reforma del mercado de trabajo de comienzos de este ejercicio, de la que -dice- “restringe sustancialmente el margen para que las empresas ofrezcan contratos temporales, que aún suponen una parte importante de la población activa española” (alrededor del 20 % de los empleados) e “introduce un nuevo régimen de reducción del tiempo de trabajo y restablece la prioridad de la contratación sectorial”. Mientras que sobre la inflación presagian su moderación desde el ecuador de este año por efecto de los topes de precios del gas mayorista introducidos en mayo en España y Portugal. Su predicción habla de un IPC en el 4,4% al término de 2022 y del 1,3% a la finalización del próximo por la disminución de los precios energéticos en los mercados internacionales en el tramo final de este año y a lo largo del ejercicio posterior. En esencia, por su menor dependencia del gas y el petróleo rusos.

Aun así, ni el dinamismo laboral ni el aminoramiento de la energía significará mayor capacidad adquisitiva. Más bien al contrario, presagian un debilitamiento de ingresos reales de hogares y de beneficios de las empresas que deteriorará el consumo y la inversión. También por la presión persistente de las cadenas de valor, en otra fase de reordenación, que afectarán a una variedad amplia de segmentos industriales y, por ende, ralentizará el sector exterior y, por tanto, el vigor del PIB. Motivo por el que la lucha contra el déficit se prolongará hasta consumar un agujero del 5,1% en vez del 4,4 previsto en diciembre. Aun así, atisba un desequilibrio del 4,1% en 2023, una fecha en la que, previsiblemente, Bruselas volverá a instaurar el corsé presupuestario del Pacto de Estabilidad. Tras reducirlo al 6,9% en 2021, desde el 10,3% del año más duro de la epidemia, en 2020. Fitch proyecta igualmente una corrección del volumen de deuda, desde el 118,4% de 2021 al 113,5% al que se llegará en 2023, hasta estabilizarse en torno al 112% del PIB entre 2024 y 2026 con los tipos de interés alejados del espacio próximo a cero.

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