La elevada factura del cambio climático

Alex Ordóñez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

A comienzos de siglo, el cambio climático generaba un importante debate entre los que consideraban que era uno de los problemas más graves de la humanidad y los que no. Pero el número de negacionistas, aunque existe, se ha reducido bastante, especialmente en la última década. A ello han contribuido los principales dirigentes de la práctica totalidad de los países desarrollados, que han hecho una importante labor de concienciación. Además, se ha elaborado una normativa para impulsar la descarbonización. Una legislación que en el caso europeo está generando importantes contratiempos en el sector primario, ya que exige unas duras condiciones en materia de sostenibilidad a los productos comunitarios mientras que los que vienen del exterior no están obligados a nada.

Pese a estos problemas, luchar contra el cambio climático es algo inevitable. Así lo reflejan también sendos estudios publicados hace escasos días tanto por el Banco Mundual como por la propia Comisión Europea. En ambos textos, se cuantifica el impacto económico que los desastres naturales propiciados por el calentamiento global tuvieron en Europa el pasado año. En concreto, tasan dichos siniestros en más de 75.000 millones de euros. Una cifra que también deja patente que para el Viejo Continente la prevención es mucho más rentable que la reconstrucción posterior.

En concreto, se fija que cada euro que se invierta generará un beneficio que multiplicará por cuatro esa cantidad ya que servirá para evitar desastres naturales en el futuro. Y si de cifras hablamos el Banco Mundial sitúa que el coste para adaptarse a la nueva realidad climática solo hasta 2030 asciende a 64.000 millones. Una cifra que pese a parecer muy elevada está situada por debajo de la factura que los desastres naturales propiciaron el pasado ejercicio en el bloque de los Veintisiete.

Los informes también desglosan los costes financieros, que no es lo mismo que el impacto total, de los desastres naturales diviendo estos por tipos. Así, los terremotos y las inundaciones son los sucesos más costosos para la UE, al generar un agujero financiero de hasta 50.000 millones. El golpe de la sequía en cambio se queda en poco más de 300 millones mientras que en los incendiso forestales se limita a poco más de 700 millones. Una cifra sin duda muy baja, ya que solo en España, el pasado año los incendios provocaron un daño que está cuantificado por el Gobierno en más de 900 millones.

Pero independientemente de si las cifras son más o menos acertadas, la realidad es que el impacto de los sucesos generados por el cambio climático es cuantioso desde el punto de vista económico y humano, y que es necesario actuar con presteza mediante importantes inversiones en sostenibilidad. No obstante, los estudios constatan un dato desalentador. Y es que por mucho que ahora se invierta para prevenir las consecuencias del cambio climático, sus devastadores efectos en las próximas dos décadas están más que garantizados por todo el volumen de CO2 que se ha emitido a la atmósfera en décadas pasadas.

Pese a ello, es más que evidente que la UE y la mayoría de países seguirán firmes en su objetivo de limitar las emisiones. Todo ello configura un escenario propicio para las empresas que se dediquen a sectores como el de las energías renovables, ya que pueden aprovechar el interés de la eurozona por impulsar cualquier alternativa limpia y ecológica en el ámbito energético.

No en vano la política europea contra el cambio climático es parte de un enfoque transversal y se enmarca en el contexto del Pacto Verde para el Clima incluyendo objetivos medioambientales hasta el año 2050.

Un horizonte a largo plazo que algunas grandes empresas vieron venir hace mucho tiempo, y cuyos ejemplos pueden servir para animar a otros negocios más pequeños a encontrar su oportunidad en un mundo que en futuro premiará aún más a aquellos que sean limpios y verdes.

El caso más notorio es el de la eléctrica española Iberdrola. A comienzos de siglo esta compañía vasca era como todas las demás. Pero en pocos años su apuesta por las renovables la convirtió en adalid de las energías limpias, pese a que en su mix de generación seguía (y sigue) contando con tecnologías de generación fósil. Algo lógico por otro lado debido a que la energía no puede almacenarse y a la intermitencia de fuentes limpias tan populares como la eólico o la fotovoltaica, ya que no siempre hay viento ni sol suficiente como para generar megavatios.

Pues bien, el cambio estratégico y de imagen de Iberdrola (que pasó del azul al verde en meses) ha permitido a esta compañía multiplicar sus ingresos y sus beneficios y también su valoración en bolsa. Y todo ello porque apostó por las tecnologías renovables cuando muchos renegaban de ellas por su elevado precio.

Si Iberdrola logró tal crecimiento entonces, qué no puede conseguir ahora cualquier negocio en un momento en el que todo el mundo está dispuesto a apoyar innovaciones que sirvan para hacer frente al cambio climático.