12 feb 2025

Canadá cede ante los aranceles de Trump mientras coquetea con Europa

La afrenta de EEUU contra su vecino del norte ha surtido efecto. Washington paraliza las tarifas y Ottawa acepta la tregua, aunque sopesa alternativas geoestratégicas.   

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

En apenas unos días desde su retorno al Despacho Oval, Donald Trump amenazó a tres de sus principales abastecedores de mercancías y servicios -China, Canadá y México- con escaladas de aranceles que, según Kimberly Clausing y Mary E. Lovely, investigadoras del Peterson Institute for International Economics (PIIE), think tank estadounidense dedicado al fortalecimiento de las relaciones comerciales en el mundo, costarían, de ponerse en liza (un 25% sobre sus socios del USMCA, el Nafta 2.0 que desmanteló el propio líder republicano en su primer mandato y un 10% sobre el gigante asiático), más de 1.200 dólares anuales a cada ciudadano de EEUU.

La cuestión, pues, no es baladí. Las secuelas de este pulso geoestratégico global contra los flujos comerciales sin trabas especiales de entrada en mercados exteriores pueden ocasionar no pocos perjuicios a una economía, la estadounidense, que abandera el dinamismo entre las potencias industrializadas y que, para los expertos del FMI, podría incluso entrar en un súper-ciclo o etapa en la que en vez de menguar la actividad, se incorporan nuevos factores como la productividad o el impulso de la tecnología y la IA -dicen en el Fondo- que propulsarían el PIB por encima otra vez de su potencial, dejando atrás la fase de descenso productivo que caracterizan los finales de los ciclos de negocios. Entre otros, otra espiral inflacionista por el encarecimiento de suministros a industrias y empresas que trasladarían en mayores costes a los ciudadanos, aunque también deterioro del clima económico por caídas de demandas de ciertos productos y un retroceso de la propensión al gasto de los hogares.

Canadá ha dado trascendencia a este diagnóstico. Pese a que pudiera parecer lo contrario, por la asunción de la tregua de 30 días decretada por el propio Trump para aplicar las nuevas tarifas y abrir así un periodo negociador, para el que Canadá aceptó de inmediato vigilar estrechamente el tráfico de drogas, el lavado de dinero y la seguridad fronteriza. Sin que el presidente de EEUU abandonara, eso sí, el poder que le confiere la invocación a la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional.   

"El presidente Trump ha iniciado su segundo mandato con armas arancelarias de gran calibre que le han deparado triunfos inminentes”, afirma Rajiv Biswas, director ejecutivo de Asia-Pacific Economics. Pareciera -explica- que Canadá se ha rendido a las primeras de cambio, “pero alterar las reglas comerciales sin una buena razón es algo verdaderamente irresponsable”, matiza. Pero Ottawa no va a dar su brazo a torcer tan fácil. Sobre todo, porque el inquilino de la Casa Blanca ha hecho acompañar la amenaza tarifaria con un deseo de que su vecino septentrional sea el 51 estado de la Unión, con una dialéctica despectiva hacia el envío masivo de automóviles a bajos precios -con acusaciones casi oficiales de dumping- y con apelaciones a su responsabilidad en el déficit comercial estadounidense.   

Todo ello, unido, ha generado un rechazo social en Canadá que puede durar una generación si las artimañas de Trump siguen su curso, alerta Lori Turnbull, profesora de Leyes Internacionales en la Universidad Dalhousie en Halifax, Nueva Escocia, quien precisa que “hay muchas razones para pensar que Trump, en realidad, está mirando los recursos que tiene Canadá, ya sea energía, agua, los está mirando y pensando: ¿Por qué tenemos barreras para eso?”.

Es, a su juicio, un teatro político, pero nadie puede decir que también es un acto de oportunismo. Entre otras razones, porque estas reivindicaciones, de tinte expansionista, surgen en paralelo a la renuncia del liberal Justin Trudeau como primer ministro canadiense y con una carrera política en su partido entre Mark Carney -ex gobernador de los bancos centrales de Canadá y de Reino Unido- y de su ex ministra de Finanzas, Chrystia Freeland para rivalizar con el conservador Pierre Poilievre como futuro jefe de Gabinete. Después de unas elecciones que podrían convocarse en abril. Y una parte del sentimiento social que iba calando en parte del subconsciente colectivo en favor del lema Canadá, primero -en alusión al MAGA trumpista- ha pasado a tener otro cariz bien distinto: “Canadá no se vende”. Un renovado patriotismo ha surgido en la nación de la hoja de arce y en la preferencia por consumir productos made in Canada

El asunto -dice The Economist- “debería culminar con una invitación formal de Bruselas a Ottawa para que se convierta en su vigésimo octavo socio”. En torno a la idea de conciliar intereses por ambas partes. De un lado, a Europa le beneficiaría acceder a los extensos recursos y un extenso espacio territorial con apenas presión demográfica y elevada capacidad de gasto, características canadienses, que revitalizaría el mercado comprimido y pobre en minerales de la UE. A Ottawa le vendría como anillo al dedo mirar al otro lado del Atlántico y participar de un espacio interior que añora Reino Unido desde el Brexit y que le abriría negocios de alto nivel competitivo.

Robert Hage, veterano diplomático y analista del Canadian Global Affairs Institute, recuerda que su país “es el más europeo de los estados ajenos a la UE” que ya coqueteó con esta opción en el primer mandato de Trump, que no fue fruto de la casualidad que Canadá fuera el primer estado signataria de un pacto aduanero de la UE y que el acuerdo CETA entre ambas latitudes, uno de los más ambiciosos del mapa comercial europeo, se rubricó en 2017, cuando el líder republicano decidió romper el Nafta con sus socios norteamericanos. 

Por supuesto -especifica- “hay diferencias”, explica. La UE tiene 446 millones de habitantes, doce veces más que los 37 millones de Canadá, pero el territorio norteamericano, pero su renta per cápita de 46.000 dólares -muy por debajo de los 52.000 de 2011- frente a los 35.600 de la UE, que ha permanecido casi inalterable desde la crisis de la deuda europea.

Este pensamiento también lo defienden John Hulsman, dueño de la consultora global que lleva su apellido y Boris Liedtke, de la escuela de negocios Insead, para quienes la guerra comercial de Trump abre la puerta a un movimiento que cambiaría por completo el juego geopolítico”. A su juicio, el planteamiento arancelario de la Casa Blanca es del todo “ridículo” porque “ni Europa, ni Canadá ni México son China, y no se trata a los aliados de la misma manera que a los supuestos rivales geoestratégicos”. Si los aliados de EEUU siguen un camino convencional, de alinearse junto a Washington, “perderán una oportunidad histórica”.

Compártelo:

Publicidad

Twitter

cesce_es

Contenido más visitado

Más populares

15 consejos y ejemplos para vender tu nuevo producto o servicio

0 Ver

Los seis elementos clave para elaborar un buen presupuesto

0 Ver

Conoce los países más endeudados del mundo

0 Ver

Breve historia de la inteligencia artificial: el camino hacia la empresa

0 Ver

Qué es y para qué sirve el modelo Canvas

0 Ver

Te podría interesar

Formulario Asesores de Pymes

Contacta con nosotros

Envíanos tus datos mediante este formulario y nos pondremos en contacto contigo lo antes posible.
Estaremos encantados de ayudarte.

Llámanos 900 115 000 Horario de Atención al Cliente de 8:30 a 19:00 de lunes a jueves y de 8:30 a 16:00 los viernes
Escríbenos en X @cesce_es
Servicio de consulta en X

Solicita información

Déjanos tus datos y nos pondremos en contacto contigo
Cesce tratará tus datos con la finalidad de remitirte información comercial, por cualquier medio, incluido el electrónico. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos (acceso, rectificación o supresión, entre otros) tal y como se indica en la Política de Privacidad de Cesce, la cual puedes consultar para obtener información adicional sobre el tratamiento de tus datos.