22 dic 2021
China acapara la riqueza del planeta
La riqueza del planeta se ha triplicado desde 2000, y casi la tercera parte de este incremento patrimonial se ha concentrado en China. Otro ‘sorpasso’ a EEUU.
Las ínfulas de grandeza del presidente chino Xi Jinping no auguran la carrera de velocidad hacia la hegemonía mundial que presagiaba el líder de la segunda mayor economía del planeta antes de la Gran Pandemia. Más bien, al contrario, la travesía por la crisis sanitaria ha engendrado una visión geoestratégica más precisa y realista que apunta a una prueba de obstáculos de dificultad mucho más alta que la preconizada por Pekín. Con casi tantos puntos débiles como fuertes en su currículum de reconocida superpotencia internacional. Los cambios en el orden mundial que, en gran medida, ha impulsado China, han acabado alterando el ritmo del combate con EEUU por el liderazgo del planeta.
Del fulgurante músculo que China ha adquirido en el panorama global no se atisban dudas. Pero su capacidad de influencia experimenta algunos signos de fugacidad. Uno de estos últimos es el que acaba de certificar McKinsey Global Institute, think-tank de la consultora estadounidense. China es el mercado que más capacidad de atracción ha ejercido sobre la generación de riqueza en lo que va de siglo; por delante de EEUU. Una fecha, el tránsito del milenio, emblemática en la historia reciente del gigante asiático, por formalizarse entonces su plácet de ingreso en la OMC, detonante de su inmensa huida hacia adelante. En las últimas dos décadas, la riqueza global se ha triplicado y China ha absorbido casi la tercera parte de esta revalorización.
El diagnóstico de McKinsey habla de que las mayores inversiones patrimoniales que han creado riqueza en los últimos veinte años no las han protagonizado precisamente valores intangibles, como los bursátiles, sino, paradójicamente, las adquisiciones de terrenos e inmuebles. Después de analizar los balances financieros nacionales de diez países que atesoran más del 60% de los ingresos mundiales.
Dentro de un clima generalizado de bonanza. “En la actualidad, somos más ricos que nunca”, explica Jan Mischke, socio de McKinsey en Zúrich y uno de los autores del estudio, en el que se constata que la riqueza neta del planeta ha pasado de los 156 billones de dólares de 2000 a los 514 billones de 2020. En este tránsito, China ha elevado su stock de riqueza desde los 7 billones que registraba el año de su adhesión a la OMC, hasta los 120 billones con los que ha culminado el ejercicio de la Gran Pandemia. Y ya comparte con EEUU otra señal de identidad: la desigualdad que arraiga entre las grandes potencias. Porque más de las dos terceras partes de sus riquezas conjuntas están en posesión del 10% de sus familias más ricas; un 68% en capital inmobiliario. Eso sí, con EEUU dominando este mercado, con nada menos que 90 billones de dólares. Más del doble que en 2000 y cantidad que supera el valor del PIB mundial.
Refuerzo político de Pekín
Jinping ha sido el artífice de que China haya abandonado el cartel de Gran Factoría Global. En los últimos Congresos del Partido Comunista ha incidido en que su país dejará de producir para exportar. Pero el difícil despegue del ciclo post-Covid ha emborronado una táctica que acababa perfilarse en el Plan Quinquenal 2021-25 y que el jefe del Estado concibió para asaltar el triple salto geoestratégico del país: tecnológico, económico y militar. Con gastos en I+D+I en ritmos de crecimiento anuales del 7%; contención del desempleo urbano por debajo del 5,5%; impulso a los negocios de la Nueva Ruta de la Seda e implantación de la Pax China dentro y fuera de sus fronteras; gracias a su rampante poderío armamentístico, sustentado en los avances en IA, con los que ha modernizado sus arsenales de tierra, mar y aire.
En especial, sus misiles hipersónicos, que han llevado a varios expertos del Mitchell Institute for Aerospace Studies a admitir que EEUU podría no estar preparado para un conflicto armado con Pekín.
La visión económica del plan quinquenal rompía con una tradición de décadas. Por primera vez, no establece metas concretas de crecimiento. Sin duda, por las incertidumbres que reinan sobre el ciclo post-Covid y que se han agudizado por los tambores de quiebra de Evergrande, segunda promotora inmobiliaria y valorada, al término de 2020, en más de 41.000 millones de dólares, que ha puesto en jaque la hoja de ruta oficial. Además de al mercado de la vivienda, que aporta el 29% al PIB nacional y mantiene 65 millones de inmuebles sin ocupación. Tanto como el censo francés. Mientras capitales como Shanghái o Shenzhen registran costes de vivienda 14 veces por encima del salario medio en plena caída libre de precios en septiembre y octubre.
Por si fuera poco, el energy crunch otoñal está pasando la misma factura eléctrica a China que a Europa. Un mercado, el chino, en el que el sector manufacturero asume el 59% de su demanda eléctrica; frente al 25% que absorbe la industria estadounidense. Y que pone en tela de juicio el reto de Jinping de que su país y sus empresas, el más contaminante del planeta, alcancen las emisiones netas cero en 2060. Después de haber reincorporado el carbón a su mix energético y pese al acuerdo verbal con EEUU -en el primer encuentro bilateral directo con Joe Biden- para activar una coordinación global contra el cambio climático. Diálogo esencial no solo para frenar el calentamiento atmosférico, sino para rebajar la retórica belicista sobre Taiwán, y reconducir el riesgo de decoupling entre ambas superpotencias -económico, de cadenas de valor y órbitas tecnológicas, con el 5G como estandarte- del que advierte Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EEUU y no pocos analistas de mercado.
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