¿Cómo enfrentarse al alza de costes y menor competitividad que el IPC récord genera?

La salida a los mercados internacionales permitió a muchas empresas sobrevivir a la crisis financiera y de deuda que tuvieron lugar entre los años comprendidos entre 2008 y 2013. De hecho, muchas firmas, tanto grandes como pequeñas, iniciaron entonces una conquista internacional que a día de hoy sigue dando tremendos réditos a los negocios. Además, y lejos de lo que ocurrió en la década de los 90 del pasado siglo, el salto exterior no se limitó a los llamados mercados “fáciles”, como Latinoamérica por el idioma, o Europa, por el mero hecho de pertenecer todos a la UE. Muy al contrario, la obligación de buscar fuera lo que no había en el mercado nacional llevó a muchas compañías a explorar también territorios más remotos como Asia, EEUU o Australia.

En dichas aventuras, las compañías se beneficiaron de unas tasas de inflación menores que las que había en los países a conquistar, lo que facilitaba las exportaciones. Es más, ese afán exterior que las empresas mostraron entonces fue una de las grandes claves que permitieron a España recuperarse de aquella recesión. Pero, por desgracia, esa estrategia no puede ser utilizada en estos momentos para tratar de salir de los problemas generados por la pandemia o los efectos de la invasión de Ucrania.

La razón de ello está en el alza de precios récord que en estos momentos sufre la eurozona, que cerró el pasado mes de marzo con una tasa nunca vista del 7,5%. Y, también, en el diferencial de inflación que nuestro país presenta con nuestros vecinos comunitarios, al tener el IPC ubicado ya en el 9,8%. Los más de dos puntos de diferencia frente a la media europea hace que nuestros productos y servicios pierdan competitividad con los que vienen del exterior. A ello hay que sumar también que los altos precios que la eurozona muestra de media frente a otras regiones, como EEUU o Asia, convierten todas las referencias comunitarias en menos atractivas para el resto de mercados.

Todo ello deja patente que el sector exterior tiene muy difícil ser ese motor que ayudó a la economía y a las empresas en las pasadas recesiones de este siglo. Así lo estima también el propio FMI que alarga a 2027 el momento en el que España volverá a mostrar el superávit comercial que tenía en los años previos a la pandemia.

Lejos de lo que pueda parecer, este difícil contexto no debe llevar a las empresas que solo venden en el mercado nacional a renunciar a las exportaciones de sus productos o servicios. Eso las dejaría a expensas del consumo interno, un riesgo que debe evitarse a toda costa, ya que una de las primeras consecuencias de la inflación a dos dígitos que nuestro país presente es precisamente lastrar el gasto de las familias.

Por si los problemas ya descritos no fueran suficiente, las empresas se están enfrentando al mismo tiempo a un brutal incremento de los costes por los problemas de las cadenas de suministro globales, que todavía no se han recuperado del aumento de la demanda tras la pandemia del coronavirus, y por el espectacular aumento de los costes energéticos.

Por lo visto hasta el momento, el reto de las empresas en un entorno de altos precios que lastra el mercado exterior, el consumo interno y, encima, genera mayores costes, no es tarea sencilla. Más aún en el caso de las pymes y los autónomos que, como es lógico, tienen menos pulmón financiero para hacer frente a la situación. Pero eso no quiere decir que haya que tirar la toalla.

Como también se ha comentado, los altos precios no deben impedir a las empresas realizar cualquiera de las estrategias que tuvieran previstas con anterioridad. Ahora bien, a lo que la inflación récord sí obliga es a diseñar mejor cualquier tipo de proceso empresarial. En otras palabras, los negocios deben ser conscientes de la difícil situación y pensar que las ventajas competitivas que podrían tener hace pocos meses se han volatilizado. Por ello, toca afinar y transformar la estrategia para tratar de competir en un nuevo contexto en el que nuestros mayores precios obligarán a los negocios a enfocar cualquier tipo de aventura exterior en la calidad de los productos.

En cuanto al mercado interior, la lucha contra el menor vigor del consumo quizá no pueda hacerse reforzando la imagen de calidad de las referencias que se comercializan. Asimismo, es muy probable que el alza de los costes energéticos y de suministros impida hacer rebajas en el PVP. Lo más probable es que sea necesario un incremento del precio para no estrangular aún más los márgenes. Ante este reto, solo una gestión excelente que vele por lograr el mayor abaratamiento posible en los precios de producción permitirá capear el temporal.

Por último, la innovación también supone un arma excelente ante cualquier escenario que la economía y la geopolítica imponga. Sin duda, su efecto no será inmediato, pero en un futuro cercano es la clave de supervivencia de la propia empresa independientemente de lo que ocurra más allá de su país de origen y en el interior del mismo.