18 jul 2023
La guerra de Ucrania deja bajo dinamismo e inflación obstinada en Europa
A los tres años de la Gran Pandemia, dos del colapso energético y año y medio de la invasión rusa, la zona del euro vive en una estanflación permanente.
Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce
El conflicto armado en Ucrania ha pasado factura a la economía de los socios del euro. O, para ser más precisos, el ciclo de negocios post-Covid, tumultuoso como pocos, con disrupciones en las cadenas de valor, cuellos de botella comerciales y logísticos y una pertinaz reaparición de las presiones inflacionistas con tensiones en el suministro energético a unos precios disparados que han exigido la intervención de los gobiernos, ha empujado a la coyuntura europea a un estadio de anemia productiva con precios desorbitados.
El panorama es más desalentador de lo que presagiaba el mercado. A pesar de la resiliencia de sus mercados laborales, de su capacidad de almacenaje de su demanda energética que ha hecho posible que el gas sea en la actualidad más barato que al inicio del conflicto armado y de que la inflación parece alejarse, aunque levemente, del techo del 10,6% alcanzado en octubre pasado.
Tampoco colapsó, como aventuraban análisis privados, sus industrias por los elevados costes de los combustibles fósiles. Pese a que Alemania presenta varios trimestres consecutivos de receso en uno de sus sectores neurálgicos -se desmoronó un 3% el pasado ejercicio- y ha ingresado en los números rojos técnicos, con el último trimestre de 2022 y el primer tramo de 2023 en periodo contractivo. Eso sí, con fases de relativo optimismo según sondeos de think-tanks como Ifo que, sin embargo, no aventuran un buen verano para la industria germana.
La zona del euro ha logrado sortear, de momento, la recesión. Hasta el primer semestre del año. Pero los augurios de su indicador de gestores de compras, el PMI, sugieren un periodo estival convulso para manufacturas y servicios. Con un deterioro de las expectativas del consumo, cuyo gasto irá en descenso por la galopada de los tipos de interés impuesta por el BCE en 2023.
“Los precios de la energía han dejado paso a los costes de los alimentos, de forma que la cesta de la compra es la rúbrica que produce el efecto motriz sobre una inflación subyacente que se ha instalado por encima del IPC general” en varios socios monetarios, explica Jens Eisenschmidt, de Morgan Stanley, quien recuerda que los tiempos para la ayuda fiscal a familias y empresas ha pasado.
España es el motor del dinamismo del euro. También del control de precios, que se alojaron en junio por debajo del 2%. Pero insuficiente, porque el consumo, la inversión y negocios como el inmobiliario, empiezan a mostrar un deterioro directamente proporcional al retroceso crediticio de un dinero propenso a mayores encarecimientos. El FMI predice un repunte del siete décimas y la Comisión Europea y la OCDE, dos décimas más, por “el impacto de la política restrictiva” del BCE, convienen sus expertos.
También el ambiente financiero ha repercutido en el clima inversor en la eurozona. Casi 27.000 millones de dólares se han fugado del Stoxx 600 hasta junio, en términos interanuales. El primer semestre del año puso fin a 16 semanas consecutivas de éxodo de capitalizaciones, según avanza Bank of America en una nota a inversores en la que incide que las últimas cinco jornadas de junio fue la región mundial con una mayor huida de capitales, con 4.600 millones de dólares.
Desde Barclays, Emmanuel Cau, su estratega de Mercados, expone que la exposición de los valores del sector tecnológico y las hostilidades comerciales entre EEUU y China se han corregido por la influencia del dólar en los activos bursátiles, dentro de una tendencia generalizada de los inversores a unas ventas masivas de acciones europeas por la debilidad de su pulso económico y la persistencia al alza en sus índices de inflación.
La subyacente y la general casi colisionan. La primera se situó en el 5,4%, una décima por debajo del IPC. Pero ambas revelan una corrección demasiado angustiosa como para que el BCE levante el pie del acelerador del dinero. En especial, porque las lecturas del mercado sitúan al indicador que excluye alimentos y energía en escenarios elevados en los próximos meses, pese a que Luis de Guindos, vicepresidente de la autoridad monetaria del euro, advierte que las subidas de tipos en verano es una decisión de hechos consumados y porque “las expectativas a medio plazo se mantienen todavía holgadamente por encima de los niveles del 2%”, apuntala la presidenta del BCE, Christine Lagarde.
La prolongación inflacionista se une a la parálisis económica. Sobre todo, de Alemania. La mayor parte de los expertos auguran una recesión coyuntural, pero con diagnósticos precisos de que presenta movimientos tectónicos estructurales. Porque la primera potencia económica del euro ha perdido intensidad, capacidad de influencia político-financiera y riqueza. Hasta el punto de que ya se la identifica en el mercado como el enfermo económico global. Es el contrapunto final de la estanflación que acecha a la zona del euro. Y que admite el canciller Olaf Scholz: “Estamos en tiempos de grandes agitaciones”.
Un desafío que Scholz achaca sobre todo a la guerra de Ucrania y sus ramificaciones energéticas, especialmente perversas hacia la economía germana, a la celeridad que su gabinete ha dado a la transición ecológica, con ambiciosas metas productivas de emisiones netas cero, y al drástico viraje que ha tomado la globalización y el orden global.
“La nueva velocidad alemana es un mantra al que apela el canciller, pero que revela una masiva debilidad que, en cualquier caso, surgió ya antes de la Gran Pandemia”, asegura Clemens Fuest, responsable del Instituto Ifo.
Fuest alude a que Alemania, pese al respaldo a las sanciones occidentales a Rusia y a inspirar la rivalidad geoestratégicamente competitiva de la UE hacia China, mantiene a Pekín como primer socio comercial con unos intercambios combinados de 298.000 millones de euros en 2022, un 21% por encima del año precedente. Por séptimo año consecutivo. La dependencia de Berlín del gigante asiático, que ha paralizado ventas a Occidente de tierras raras, puede precipitar la caída en una recesión más aguda, y que China abastece masivamente materiales para las baterías del poderoso sector del automóvil germano y de chips para su sensible segmento químico.
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