Francia y Alemania son ya oficialmente los enfermos de Europa

Alex Ordóñez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

Hace poco más de una década, en concreto durante la crisis de deuda en la eurozona que empezó en 2012 y no concluyó hasta bien entrado 2014, había cuatro países a los que se les consideraba el gran problema de la economía de la UE. En concreto, se trata de los llamados PIGS, acrónimo con el que se calificaba a Portugal, Italia, Grecia y España (Spain). Una denominación que ponía de relieve los graves problemas que estos territorios tenían por su descomunal deuda, lo que llegó a suponer una amenaza para la propia existencia del euro.

De hecho, fueron las palabras pronunciadas por el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en las que aseguró que el eurobanco haría lo que hiciera falta, “whatever it takes”, para salvar el euro lo que frenó a unas primas de riesgo que estaban disparadas y cambió la posición de Alemania y de los países del norte de Europa que hasta ese momento se negaban a auxiliar a España y al resto de PIGS.

Pues bien, pese a que estamos recordando un episodio económico de, como quien diría, hace cuatro días, la verdad es que todo ha cambiado en poco más de una década. Ahora los PIGS han dejado de ser un problema para la UE. De hecho, muestran un sólido crecimiento económico y una vigorosa recuperación post-Covid que para sí querrían otras de las grandes economías del euro.

Es más, las tornas han cambiado hasta tal punto que ahora los PIGS y los malos de la clase son precisamente Francia y Alemania. El país teutón lleva ya tiempo en la UCI económica hasta el punto de que cerró el pasado año con un crecimiento negativo del 0,4%. Por si fuera poco, las previsiones de cara al presente ejercicio fijan la recuperación del PIB a solo un 0,1%. Un pobre dato que refleja que la economía germana es la que más está sufriendo la crisis provocada por la inflación impulsada, que no iniciada, con la guerra de Ucrania, al ser el país europeo más dependiente de la energía de Rusia.

En cuanto a Francia, las comparaciones en estos momentos empiezan a ser odiosas, pero para los franceses. De hecho, nuestro vecinos del norte de Europa crecieron el pasado año un 0,9% frente al sólido 2,5% de España. Por si fuera poco, las previsiones para este ejercicio y el próximo también dejan en buen lugar a nuestro país, con una estimación en torno al 2% de aumento en ambos ejercicios frente al 0,7% y 1,3% que se prevé en Francia en 2024 y 2025, respectivamente.

Con todo, la comparación más devastadora con el desempeño galo se da en las cuentas públicas. Sí, precisamente esas variables que amenazaron a España hace poco más de una década y con las que ahora se puede sacar pecho. No en vano, el pasado año el déficit público se quedó en el 3,66% frente al descomunal 5,5% de Francia, justo en un momento en el que la UE ha recuperado los objetivos de estabilidad y exige ajustes a los países que superan el 3% de déficit respecto al PIB. La cosa no cambia si se mira la deuda de ambos países, con un 109% para España frente al 111% de Francia.

Un sorpasso en toda regla que se debe al gasto público estructural de Francia, el mayor de Europa en porcentaje, y a unos objetivos de recaudación irreales del Gobierno de Macron que finalmente se han quedado muy lejos de la realidad. El alza de los desembolsos y la caída de los ingresos explica así este giro en las cuentas públicas entre ambos países que deja a los franceses en mal lugar. Por si fuera poco, esta situación está lejos de resolverse en el corto plazo. Al menos no cambiará en este ejercicio, donde París espera un déficit aún mayor, del 5,7% frente a la estimación española de dejar el desequilibrio en el 3% para cumplir así con los compromisos fiscales adquiridos con Bruselas.

En este contexto, el presidente Emmanuel Macron está abocado a realizar ajustes, lo que resulta complicado ante la debilidad parlamentaria de su partido en el Congreso, donde no tiene la mayoría para sacar adelante las medidas. Además, las elecciones europeas de junio tampoco es el mejor contexto para impulsar reformas impopulares.

Francia está así abocada a seguir siendo uno de los nuevos enfermos de Europa junto a Alemania. El problema es que, más allá de evidenciar el mejor desempeño económico de España y el resto de PIGS, esta situación no es positiva para la UE. Ello debido a que estamos hablando de las dos mayores potencias de la eurozona, lo que podría pasar factura a la financiación en los mercados al resto de países miembro debido al efecto contagio. Ante este peligro urge que tanto Alemania como Francia salgan de la UCI y muestren una sólida recuperación que disipe cualquier riesgo de una nueva crisis de deuda en el Viejo Continente.