Fusiones de empresas: la mejor respuesta ante la incertidumbre actual

Es sabido que el tejido productivo de nuestro país está formado fundamentalmente por pequeñas y medianas empresas. De hecho, según los últimos datos del Ministerio de Economía, las pymes suponen el 99,8% del total. También es conocido que estas firmas tienen enormes problemas para ganar el tamaño que les permitiría asumir nuevos retos con más garantías que en la actualidad. Es más, su reducida dimensión les resta competitividad.

A pesar de ello, y según el Ministerio de Industria, en estos momentos existen en nuestro país más de 26.000 pymes con más de 50 empleados, que ya entrarían en la dimensión de compañías medianas. Pero esta cifra solo representa el 0,7% del total del conjunto de sociedades entre los 0 y los 249 empleados. Este escaso porcentaje de firmas medianas nos deja con un panorama empresarial formado prácticamente en su totalidad por compañías de entre 0 y 10 trabajadores, cuyas posibilidades para expandir el negocio son prácticamente nulas.

Esto se puede ver en los datos de exportación que España presenta frente a otros países. Así, por ejemplo, Alemania tiene una tasa de exportación per cápita casi tres veces más que la nuestra. Pero no solo perdemos contra el motor económico de la Unión Europea, Austria también exporta por cabeza casi 2,8 veces más que España y eso que cuenta menos de nueve millones de habitantes.

Salta a la vista la enorme labor que queda por hacer para que nuestros negocios ganen competitividad y puedan enfrentarse a un mundo cada vez más globalizado. Ahora bien, eso no quiere decir que en nuestro país no existan extraordinarios ejemplos de familias que han sabido llevar a cabo exitosas trayectorias empresariales, aunque también es verdad que en muchos casos esos negocios acaban muriendo cuando el equipo fundador afronta su jubilación. Las fusiones empresariales son una de las opciones a estudiar para muchos de esos casos. Con este tipo de operaciones se resolverán dos problemas: solucionar el relevo generacional en la empresa y ganar tamaño para mejorar las opciones de competitividad del negocio.

Al contrario de lo que se puede pensar, la legislación nacional favorece este tipo de integraciones de varias sociedades mercantiles en una a través de la cesión total de los patrimonios o mediante la absorción de una de las partes. Para este tipo de movimientos corporativos, existe una ley (la 3/2009) que en su artículo 25 establece las bases jurídicas necesarias para que ninguno de los accionistas pierda sus derechos económicos en la nueva sociedad generada tras la fusión.

Los últimos cambios introducidos en El Plan General de Contabilidad también detallan con claridad los pasos a seguir a lo hora de combinar negocios y las operaciones entre las firmas. Y, por último, el abanico jurídico se completa con las recientes modificaciones de la Ley del Impuesto de Sociedades que al incluir ya la figura de neutralidad fiscal permite diferir el pago de las posibles plusvalías que se puedan obtener con la integración de los negocios. Ahora bien, para obtener este beneficio fiscal, las firmas interesadas deberán demostrar que la reorganización de los negocios se realiza por motivos puramente económicos.

Con todo, el atractivo panorama jurídico no debe ser la razón principal que invite a dos firmas a unirse. Es mucho más positivo destacar que las sinergias logradas, las economías de escala o las plusvalías obtenidas pueden hacer que la suma de uno más uno no sea dos, sino tres. Además, estos procesos acostumbran a reelaborar los planes estratégicos de las compañías, lo que supone una perfecta oportunidad para mejorar los que ya se tenían con anterioridad para hacer frente a un contexto tan cambiante como el actual. Y, por último y quizá lo más importante, las fusiones abren la puerta de par en par a la aventura internacional, mediante la puesta en marcha de filiales más allá de los Pirineos, y a las salidas a bolsa.

Las fusiones entre empresas se presentan también como una mejor opción que las compras o adquisiciones a la hora de impulsar el crecimiento, ya que no necesitan de financiación. Un detalle que siempre se debe tener en cuenta, especialmente en el ámbito de las pymes que suelen presentar elevados niveles de descapitalización. Máxime cuando aún muchas no han olvidado los efectos perniciosos de la pandemia de Covid.

Ahora bien, para que una fusión tenga éxito es necesario tener en cuenta varios aspectos. El primero pasa por definir con anterioridad el equipo directivo que se va a encargar de tomar las decisiones en el futuro. Y el segundo es el de alcanzar un acuerdo sobre la valoración de las participaciones de ambas empresas y sobre su política retributiva a los propietarios, con el fin de evitar problemas en el accionariado. 

Sin duda, llevar a cabo una fusión supone un reto, pero se trata de una misión que urge que se popularice en nuestro tejido productivo por la masiva presencia de negocios pequeños que arrastra. La ganancia de tamaño es necesaria, ya que será la única manera de asegurar la supervivencia misma del negocio en el futuro. ¿Exagerado? Nada de eso. Y sirva para demostrarlo los recientes problemas que el alza de los precios está generando en el mundo agrícola y en el transporte. Y es que al ser autónomos o minipymes se sufre con mayor intensidad el alza de los costes, al no poder trasladárselos al consumidor, ni tener capacidad de presión para lograr que los distribuidores o las empresas contratistas paguen más. Por todo ello, las fusiones se presentan como un arma para poder hacer frente a la incertidumbre actual y futura.