25 mar 2021
La inversión verde acelera el salto tecnológico hacia las energías limpias
Las fuentes renovables serán el centro neurálgico de una transición hacia la neutralidad energética que la digitalización está en condiciones de acelerar.
La conciencia verde no sólo ha arraigado en las sociedades civiles en el último lustro, sino que, en paralelo, también se ha hecho un hueco en los mercados. La sostenibilidad ha dejado de ser un elemento que ahuyenta las inversiones. Los movimientos de venture capital están teniendo un papel cada vez más relevante en la consolidación de las agendas políticas y empresariales de proyectos de neutralidad energética, la punta del iceberg de los objetivos de combate contra el calentamiento global que se han encaramado al elenco de máxima prioridad de las estrategias del ciclo de negocios que nacerá tras la superación de la crisis del coronavirus. Una trayectoria que se concibe de largo recorrido, como apuntaba Mateo Jaramillo, cofundador de Form Energy, en el semanario británico The Economist hace unas fechas. “La combinación de un giro prolongado de los patrones de crecimiento hacia la sostenibilidad y del desarrollo de tecnologías enfocadas a este desafío y todavía por perfilar ha generado cierta tensión inversora ante el deseo de poder percibir retornos de beneficios a medio plazo, entre cinco y siete años”. Pero en Form Energy se lo toman con más calma. “Hemos inculcado una táctica más paciente para lograr dividendos”, explica Jaramillo, que resalta uno de sus instrumentos motrices en el mercado, su Breakthrough Energy Ventures (BEV), un fondo lanzado por Bill Gates y respaldado financieramente por otros milmillonarios. Aunque no el único. También menciona Eni Next, el brazo inversor de la empresa petrolífera italiana VC o The Engine, creado por el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Todos ellos reflejan la involucración de fondos de inversión en distintos ecosistemas verdes, una tendencia que ha emergido en los mercados después de años de relativa hibernación. La acción desde el universo de las startups también se aprecia con nitidez. Un elenco de ellas, vinculadas al sector tecnológico, han puesto recursos en la superación de alguno de los cuellos de botella que asfixian la transición energética. Por ejemplo, a la hora de dar solvencia a la aún intermitente capacidad productiva de compañías solares y eólicas, con picos de excedencia y baches de falta de poder de almacenamiento por episodios de ausencia de luz solar o de escasa intensidad del viento. Con colocaciones de capital hacia planes tecnológicos que aproximen a la realidad una segunda generación de baterías con menor huella de carbono y de mayor perdurabilidad de sus sistemas de energía.
El pasado ejercicio, los flujos de capital relacionados a la tecnología climática registraron cotas históricas. Más de 36.000 millones de dólares, casi el doble de los 17.000 millones de 2015, como asegura Cleantech Group, una consultora de investigación. La mitad de estos recursos surgieron entre startups de América del Norte. A pesar de la hostilidad de la Administración Trump hacia los negocios sostenibles. China acaparó entre el 15% y el 30% de esas inversiones, mientras que desde la UE se movilizó otro 15% de esa cantidad. En el ejercicio en el que la Comisión Europea de Ursula Von der Leyen lanzó la estrategia de sostenibilidad de la UE para el septenio 2021-27, con 750.000 millones de euros destinados a convertir la neutralidad energética en el “motor de la recuperación” y en el vector esencial de un cambio de patrón de crecimiento en Europa hacia los proyectos medioambientales y la digitalización. El impulso inversor hacia una innovación que sea climáticamente respetuosa y que involucre a la práctica totalidad de segmentos productivos ha llegado a los mercados para quedarse. Como augura Gates: “la descarbonización se instalará en toda la economía industrial”.
La propia Agencia Internacional de la Energía (IAE, según sus siglas en inglés) acaba de esbozar un mapa de cómo será, a juicio de sus expertos, esta transición. La tercera parte de la reducción de emisiones de CO2 que se requieren para alcanzar los objetivos climáticos hasta 2070 vendrán de tecnologías maduras como la hidroeléctrica. Y un 41% de innovaciones relativamente nuevas que, en la actualidad, suponen menos del 1% de los recursos del mercado, como la energía que procede de las mareas y la eólica marítima. Los prototipos de energías limpias en el transporte naval y aéreo acapararán el 17% del mix energético global. El informe de la IAE concluye que el cambio de paradigma en ciernes “representa una enorme oportunidad inversora a largo plazo”. Otro estudio, de PwC, recuerda que la cruzada tecnológica en el terreno de la sostenibilidad ya ha comenzado. Entre 2013 y 2019, uno de cada diez acuerdos de fusión empresarial involucró a firmas punteras en software y seis de cada diez a startups de todo el mundo que integraban en sus negocios algoritmos de Inteligencia Artificial (IA) con hardware diseñado a proyectos verdes. En un clima inversor que ha creado una substancial caída de precios. De entre el 82% y el 89% entre 2010 y 2019. Fenómeno que ha dado alas a empresas auxiliares de bienes y servicios con sello de sostenibilidad y enseñas altamente innovadoras. Los avances en software inteligente han logrado abaratar el hardware hasta límites inimaginables hace un decenio, atestigua Varun Sivaram, de la Universidad de Columbia. Las startups “han lanzado sus innovadores programas de algoritmos para agregar mayor capacidad de distribución energética en el ámbito de paneles solares o de las baterías, por ejemplo”, lo que ha dado lugar a “una mayor capacidad de creación y suministro eléctrico” en una de las fuentes renovables más aceptadas industrial y socialmente, asegura.
También desde la óptica institucional se han dado pasos en la dirección correcta. Pese a que no hayan sido sostenidos en el tiempo. En 2015, veinticuatro países -entre ellos, EEUU, Alemania o China-, y el conjunto de la UE, se comprometieron a duplicar sus recursos en I+D+i en cinco años. Casi ninguno ha certificado estos desembolsos de recursos. Pero la situación está revertiendo. En 2019, los fondos en innovación de energías verdes en todo el mundo aumentaron por tercer ejercicio consecutivo, hasta los 25.400 millones de dólares, según la IEA. Los gobiernos, pues, se están moviendo para reducir la brecha tecnológica y acelerar así la transición energética. Al igual que el sector privado. La colaboración institucional, corporativa e inversora empieza a calar en las estrategias de las firmas de capital riesgo. Una lluvia fina, pero persistente, se ha instalado ya en los mercados. Y ha involucrado al sector financiero. Los bancos conceden más préstamos a las iniciativas medioambientales y se ha reducido la aversión al riesgo entre los inversores, dice Emily Reichert, de Greentown Labs, una incubadora empresarial. Entre otras razones, porque el sector privado también parece haber asumido que las nuevas tecnologías no sólo les ayudarán a corregir sus huellas de carbono, sino a reducir sus costes energéticos. Cleantech afirma que la gran empresa, las multinacionales, han protagonizado casi la tercera parte de los acuerdos de fusiones y adquisiciones con altos contenidos de neutralidad energética. Frente al 16% del año 2010. Una toma de conciencia que asume la necesidad de reconversión de sectores industriales casi al completo para certificar la descarbonización de las economías.
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