15 mar 2023
La rebaja del objetivo de crecimiento chino distorsiona el clima inversor
El Congreso del Partido Comunista fija en “alrededor del 5%” la meta de dinamismo para 2023 y activa la aversión al riesgo en el gigante asiático.
El Congreso Nacional del Pueblo, máximo órgano de deliberación anual del Partido Comunista de China, acaba de corroborar un objetivo de crecimiento de “alrededor del 5%” para 2023, una predicción esperada por el mercado por la ausencia, desde el inicio de la andadura del Plan Quinquenal 2021-25, de una meta oficial predeterminada como la que ha regido los destinos del gigante asiático durante los cuatro largos decenios de dinamismos promedios próximos a dobles dígitos que ha caracterizado el sorpasso de la Gran Factoría Mundial a una docena de potencias industrializadas, hasta convertirse en la indiscutible segunda economía del planeta.
El retorno a un propósito de crecimiento anual, aunque sin el desafío concreto de otros tiempos, ha decepcionado a los analistas e inversores que ven la maniobra del régimen de Pekín como un intento “modesto” de reanimar la actividad, después de su abrupta salida de las restricciones sociales y económicas instauradas durante la mayor parte de 2022 por la férrea política de Covid cero del Gobierno chino. Pero también por los temores a una propagación de nuevas exigencias regulatorias en varios segmentos productivos del país o a las dudas que despierta el anunciado despegue fulgurante del PIB, con repuntes de la demanda de materias primas -desde el petróleo al acero- y del turismo internacional.
En todos los ejercicios previos, hasta la Gran Pandemia de 2020, los objetivos oficiales de Pekín se han cubierto con creces. Aunque no reflejen el estado real de la economía. Sin embargo, estas predicciones sirven para atestiguar el sentimiento del Gobierno chino y el orden de prioridades de su agenda de reformas estructurales que repercuten siempre en un mayor estímulo en unos retrocesos de ritmo, según el tenor de las transformaciones. Por ejemplo, en 2021, pese al alza de los análisis privados que pronosticaron, con acierto, un crecimiento por encima del 8% -en línea con su registro del 8,1%- el objetivo oficial se mantuvo, Pekín prefirió consolidar la horquilla de entre el 6% y el 6,5% que venía utilizando desde 2019. Una línea de prudencia por la oscilación de los negocios empresariales, explican desde el Ejecutivo, aunque también esconden impulsos reguladores.
El panel de analistas de Bloomberg Economics sitúa el alza del PIB para 2023 en el 5,3%, medio punto por encima de su predicción de comienzos de año, por la resiliencia manifestada hasta la fecha por sectores con “alteraciones desordenadas” de sus parámetros como el inmobiliario, al que el primer ministro Li Keqiang otorga una transcendencia especial para apuntalar el ciclo post Covid. O la redada anticorrupción desencadenada por Pekín contra los servicios financieros con activos estatales que afecta a algunos zares de la elite bancaria.
El pesimismo del mercado, no obstante, abarca más contratiempos. Como la elevada deuda de los gobiernos locales, que ha generado unos requerimientos regulatorios más rigurosos que no han reducido los niveles de riesgo de quiebra. El endeudamiento de grandes municipios se hizo insostenible con los intereses pertinentes, a raíz de los confinamientos sociales y la hibernación de la economía como consecuencia de la crisis sanitaria, cuya gestión ha dejado señales nítidas de falta de transparencia y de dificultades de entendimiento de las directrices marcadas por el Gobierno. Hasta el punto de superar en más del 10% sus ingresos tributarios o de que, en 2022, el volumen de impagos ascendiera a 601.000 millones de dólares -es decir, más de 4,15 billones de yuanes- lo que implicará mayores desembolsos estatales para tapar estos agujeros. Una cifra que se restaría de los notables planes de infraestructuras ideados para impulsar el crecimiento.
Varios hegde-funds de ámbito global han emprendido los primeros movimientos especulativos para sacar de sus carteras de capitales activos chinos que justifican por los retrasos que provoca en las ratios de retorno de inversiones que ofrecen a sus clientes. Y no anticipan que esta huida vaya a contenerse pronto.
En este sentido, el poderoso y suculento fondo soberano de Singapur también ha mostrado una sensibilidad elocuente a este peligro por el choque de trenes geopolítico entre EEUU y China y ha decidido recortar sus activos del capital riesgo y privado con pasaporte de origen chino, según fuentes familiarizadas con la bolsa de Singapur citadas por Financial Times. Ante las alarmas geopolíticas y económicas emitidas por el liderazgo de Xi Jinping en 2022, que crean “ansiedad” tal y como atestiguan altos ejecutivos que manejan los más de 700.000 millones de dólares del CIG o Goverment of Singapore Investment Corporation, que citan entre sus temores la campaña de “prosperidad común” decretada por el presidente chino para reducir la extensa brecha de desigualdad social y otros “cambios inesperados e inciertos”. Entre los que mencionan la batalla tecnológica desatada por Washington, que podría “llevar a la quiebra” a conglomerados chinos del sector.
El bocado inversor del CIG ha sido notable, pese a que el fondo intensificó el valor de sus activos en más de un 17% en 2022, un ejercicio de alta rentabilidad. A pesar de las dudas que genera la reapertura de la economía tras la súbita interrupción de la política de Covid-cero instaurada por las protestas sociales en varias de las grandes capitales del país. Y de la incertidumbre que aún se mantiene sobre las empresas inmobiliarias chinas desde la quiebra camuflada de Evergrande en el verano de 2021 que ha regado de préstamos a un mercado que altera parones y estados de ebullición en los precios residenciales. Sobre todo, en las capitales del país más densamente pobladas.
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