Un poco de optimismo frente al panorama sombrío de los negocios

El actual es un momento en el que las malas noticias se agolpan y pasan factura tanto a los ciudadanos como a los negocios. Sirva de ejemplo la pandemia de Covid, que aún está entre nosotros aunque en menor media, y los grandes retos económicos a los que el mundo se enfrenta con una inflación desbocada y la persistencia de los problemas en las cadenas de suministro globales, por la recuperación de la demanda.

Por si estos problemas no fueran ya suficiente, de repente surge la figura del presidente ruso Vladimir Putin que con su invasión de Ucrania ha aumentado aún más la presión inflacionista y ha disparado los costes energéticos hasta el punto de convertirlos en un lastre para muchos negocios y que algunos se hayan visto obligados incluso a cerrar ante la imposibilidad de trasladárselos al consumidor.

Y qué decir de China que con su política de Covid cero sigue provocando cierres totales en el país, lo que ha paralizado la actividad en ciudades e infraestructuras portuarias que son fundamentales para el comercio mundial, como es el caso de Shanghái.

A la vista está que motivos por los que preocuparse hay demasiados en el mundo actual. Aunque quizá el más peligroso de todos, con permiso de las ansias belicistas y expansionistas de Rusia, sea la espiral inflacionista y el impacto que tendrá la actuación de los bancos centrales para frenarla. Y es que el endurecimiento de la política monetaria del Banco Central Europeo para embridar los precios (siguiendo el ejemplo de la Reserva Federal estadounidense) provocará las primeras subidas de tipos en la eurozona en muchos años, lo que puede afectar a la actividad económica y empresarial. Máxime si el eurobanco cumple lo que ya ha dejado caer y, además de la inminente subida de 0,25%, en septiembre comienza a realizar alzas del 0,5% de golpe en los tipos, lo que multiplicará el impacto en la economía. 

Este mar de amenazas convierte en aún más importante el mero hecho de que existan noticias positivas a las agarrarse. Desde este blog vamos a destacar dos de ellas ocurridas en los últimos días. La primera de ellas la trae el informe con las últimas proyecciones Banco de España en el que se destaca que la entidad presidida por Pablo Hernández de Cos rebaja su previsión de IPC para todo el año al 7,2%, tres décimas menos que lo que la propia entidad preveía en abril. Una de las causas de este menor vigor de la inflación será el tope que el Ejecutivo ha impuesto al gas tras aprobarse por parte de la Unión Europea la “excepcionalidad ibérica” en el ámbito energético. Otro de los motivos es que la espiral inflacionista no se está trasladando a los salarios con la misma intensidad, lo que evita los llamados efectos de segunda ronda, que acaban cronificando la tendencia alcista del IPC.

Sin duda, que el incremento de los precios se pueda frenar supone un rayo de esperanza en un horizonte realmente sombrío para la actividad de las empresas. Y es que muchos de los negocios no han podido trasladar al consumidor con la misma intensidad el incremento de costes que están sufriendo.

La otra buena noticia viene del progresivo levantamiento de las restricciones en China ante el menor vigor de los contagios por ómicron. Esto hace que la actividad esté volviendo a infraestructuras básicas, como el ya citado Puerto de Shanghái. Lo que, sin duda, constituye una excelente noticia para las sufridas cadenas de suministro, lo que también irá a favor de un menor encarecimiento a la hora de adquirir las materias que las empresas necesitan para desarrollar sus productos.

Con todo, el optimismo que ambas informaciones insuflan a las empresas no deja de ser limitado, ya que el resto de incertidumbres anteriormente descritas siguen plenamente vigentes. No obstantes, que los precios frenen sus disparados incrementos y cualquier mejora que pueda darse en las cadenas globales de suministro son rayos de esperanza que conviene tener en cuenta, ya que pueden abrir la puerta a un mejor contexto para el desarrollo de los negocios.