La reconstrucción de Rusia tras la guerra marcará el futuro de Occidente

Mucho se ha hablado del escaso impacto que las sanciones están teniendo en Rusia. A ello contribuye que el PIB ruso sólo cayó un escaso 2,2% el pasado año, siempre y cuando sean reales los datos que el Kremlin ofrece. A pesar de ello, algunos economistas ya adelantan que la economía de Rusia no podrá aguantar mucho más tiempo. De hecho, sitúan en este mismo año el momento en el que el país colapsará.

Una predicción que argumentan con algunos datos, como la caída de la producción del 7% en el último trimestre de 2022 y el hecho de que tanto la UE como EEUU se han desconectado en tiempo récord tanto del petróleo como del gas ruso. Es cierto que Vladimir Putin ha encontrado recambio para sus materias primas tanto en India como en China, pero también es verdad que el precio al que coloca ahora su producción ha caído un 20% desde diciembre, lo que genera una importante merma para las arcas del país. A ello hay que sumar la lógica marcha de la mayoría de las multinacionales extranjeras de Rusia, lo que ha generado un reguero de despidos y merma de inversiones que el Kremlin se ha cuidado mucho de cuantificar.

Con todo, el mayor peligro que afrontan las arcas públicas rusas está en la propia financiación de la guerra en Ucrania, ante la alarmante merma de ingresos y el aumento del déficit público. No en vano, cada día que se alarga la contienda supone un nuevo quebradero de cabeza para un Vladimir Putin que soñó con una rápida campaña bélica que terminara en pocas semanas con él mismo desfilando triunfante por las calles de Kiev. Pero ese sueño se ha convertido en una pesadilla y en una guerra de desgaste a la que no se ve el final. Un escenario que provoca que el gasto provocado por el conflicto se haya disparado. Tanto es así que un reciente análisis de Reuters refleja que el presupuesto militar y de seguridad de Rusia se han disparado hasta los 155.000 millones de dólares, lo que supone un 33% de todo el gasto público del país.

La guerra, por tanto, aboca a la ruina económica a Rusia y es muy probable que sea la citada economía la que decida el ganador. Eso es lo que ocurrió con la Primera Guerra Mundial, una batalla de trincheras por cada centímetro de terreno que recuerda mucho a lo que está ocurriendo ahora en Ucrania, con frentes fijados que están peleando por cada calle de ciudades como Bajmut. En el caso de la contienda que comenzó en 1914, fue el poderío económico de EEUU el que provocó la derrota de Alemania. Un escenario que puede repetirse ahora con todo Occidente apoyando económicamente a Ucrania y desgastando a Rusia, que sólo podrá contar con el dudoso apoyo de China, que tampoco tiene demasiado que ganar si decide aliarse con el que se presenta como bando perdedor.

Todo lo anterior hace factible el colapso económico de Rusia. Un escenario que, lejos de lo que pueda parecer, también supone un serio riesgo para las potencias occidentales y sus economías. Sirva para demostrarlo lo que ocurrió cuando la antigua URSS se desplomó al inicio de la década de los 90. Entonces se cometió el grave error de no hacer nada para evitar que la economía rusa se hundiera (el PIB cayó un 50% entre 1988 y 1998), lo que facilitó que la gran industria del país cayera en manos de un grupo de oligarcas y de un Gobierno autoritario liderado por el propio Vladimir Putin que tomó el control del país tras las etapas de Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin. Además, el hecho de que Occidente diera entonces la espalda a Rusia ha incrementado el sentimiento patriótico, lo que ha impulsado las ansias militares y de conquista de países del Kremlin.

De aquellos fangos a estos lodos, como se suele decir. Para evitar que vuelva a ocurrir otra guerra como la de Ucrania, que ha trastocado la economía global al generar una espiral inflacionista a la que aún no se atisba final, es necesario que las potencias europeas y EEUU aprendan la lección de entonces y actúen de forma diferente.

Es decir, cuando concluya la contienda, Occidente no se debe preocupar sólo de reconstruir Ucrania, también debe esforzarse por rescatar la economía rusa y fomentar un mercado competitivo con empresas punteras. Sólo así se creará el germen para que Rusia deje de ser el estado autoritario que es ahora para convertirse en un territorio democrático.

Para lograrlo, se puede recurrir a lo que se hizo tras la Segunda Guerra Mundial donde se impidió el hundimiento total de Alemania y Japón. Sin duda, será necesaria una ayuda financiera tremenda para lograr el mismo resultado con Rusia. Esto exigirá un gran esfuerzo de todas las potencias occidentales, ya que también habrá que reconstruir Ucrania. Pero será fundamental que se tenga éxito en esta misión para evitar regresar al punto de partida y volver a generar un caldo de cultivo perfecto para que surja un nuevo Putin que vuelva a poner contra las cuerdas el orden económico y geopolítico mundial.