26 jun 2023

La positiva transformación de la economía española

Desde 2008, las empresas están apostando por impulsar su internacionalización. Una estrategia que está cambiando poco a poco el modelo productivo de la economía nacional y que, de momento, permite a nuestro país crecer a un ritmo muy superior al de Alemania o la propia Unión Europea

Alex Ordóñez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

Durante las últimas semanas se están sucediendo revisiones positivas de diferentes organismos nacionales e internacionales respecto al crecimiento esperado para este ejercicio y los próximos. El Banco de España fue una de las últimas entidades en sumarse a esta ola de optimismo con una mejora de siete décimas respecto a sus previsiones de marzo sobre el PIB nacional de 2023, elevando el porcentaje hasta el 2,3%. El organismo aseguró además que la economía está creciendo a un ritmo del 0,6% trimestral. Por si fuera poco, el Banco de España sitúa el PIB de los dos próximos años en el 2,2% y el 2,1%, respectivamente. Unas buenas expectativas a las que debe sumarse lo ya realizado el pasado año, cuando España creció un sólido 5,5% y el alza del 0,6% que la economía española presentó en el primer trimestre del presente año.

Unos porcentajes que contrastan con los que presenta la propia Unión Europea, que ya está en recesión técnica tras sellar dos trimestres en negativo, y con Alemania. La locomotora europea está gripada desde la guerra en Ucrania y sus perspectivas de recuperación son más bien escasas. De hecho, las últimas previsiones apuntan a que el PIB del país germano caerá un 0,4% al término del presente ejercicio.

Ante estos datos, la pregunta es más que obvia ¿qué ocurre para que España vaya tan bien? ¿Acaso no nos afecta la crisis de la inflación mundial? Es obvio que esto último no es cierto.

La clave por tanto está en saber qué está ocurriendo para que ahora nuestro país parezca irle mejor que al resto. Más aún si se tiene en cuenta que el consumo, que junto a la inversión supone el 60% de la economía española, aún está lejos de mostrar el vigor que tenía en 2019 por culpa, precisamente, de la inflación y las subidas de tipos de interés. 

La respuesta de todo está en que los componentes que están impulsando el PIB por el lado de la demanda están cambiando. Ahora es el sector exterior, y no el consumo privado, el que está tirando del carro de la economía. Y ojo que esto no es flor de un día. De hecho, España encadena ya diez años consecutivos con superávit por cuenta corriente. Ello a pesar de la pandemia y de la guerra de Rusia. 

Un dato que demuestra que España está cambiando poco a poco de modelo productivo. Sin duda, la economía es aún muy dependiente de sectores como el turismo y de la demanda interna. Pero el auge del sector exterior es algo que se debe tener muy en cuenta, ya que implica innumerables ventajas para la propia economía y para el tejido empresarial. De hecho, un menor peso de lo local aumentará la resistencia del PIB a las crisis que seguirá habiendo en los próximos años y también reducirá el número de empresas condenadas a cerrar, ya que podrán sobrevivir gracias a los ingresos que pueden venir de otros países.

Curiosamente, nuestra economía parece estar ahora recibiendo los frutos de un cambio de modelo que arrancó durante la crisis financiera originada tras la caída de Lehman Brothers en 2008, pero sobre todo entre 2011 y 2013.

En esos años, España fue golpeada por la crisis de deuda cuando aún estaba recuperándose de la de 2008. Pero otros países de nuestro entorno no sufrían tantos problemas, ya que las dudas del mercado con la solvencia de sus cuentas públicas y sus posibilidades para devolver la deuda se centraba en los llamados países periféricos, o del sur, de la UE. Esto hundió el PIB español y paralizó el consumo y la inversión pública. Un contexto que obligó a las empresas a impulsar su internacionalización tratando de encontrar en otros lugares los ingresos que se le negaban en el mercado nacional.

En otras palabras, aquella crisis sirvió de acicate para que España iniciara un giro en su modelo productivo del que ahora parece estar recogiendo sus beneficios. Un cambio que ha situado a algunas empresas nacionales a la vanguardia de sus sectores a nivel mundial.

Pese a ello es evidente que aún queda mucho camino por recorrer para no ser una economía de servicios en exceso dependiente de la demanda interna. De hecho, gran parte del tejido productivo nacional, compuesto en su mayoría por pymes, sigue aún muy lejos de pensar en atravesar los Pirineos y comercializar sus productos en otros países. Pero a la vista está que el camino ya se ha iniciado y que todo apunta a que el impulso exterior es una estrategia positiva para incrementar los ingresos y contar con mejores armas para enfrentarse a los continuos cambios de ciclos económicos. De momento, ya se está logrando sacar los colores en el ámbito económico a las grandes economías europeas. Un factor que cualquier empresa que aún no haya arrancado su internacionalización debe tener en justa consideración.

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