09 mar 2022

Ucrania, política monetaria y respuesta de las empresas

La vigilancia de la tesorería se antoja la clave para que los negocios grandes y pequeños puedan sobrevivir a un entorno económico actual en el que la única certeza es el fin de la fiesta de la liquidez en la eurozona para tratar de controlar los precios.

Antes de que al presidente Vladimir Putin se le antojara invadir Ucrania, los mercados financieros ya descontaban incluso dos subidas de tipos de interés en este mismo año. Esta previsión surgió tras el contundente mensaje de la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, realizado en febrero respecto a la inflación. En dicha comparecencia, la número uno del BCE tildó el alza de los precios de “persistente” y por ello del mayor riesgo que había para la recuperación económica europea.

Sin duda, el hecho de que el banco central de la eurozona se olvidara del calificativo de “transitorio” que dio al incremento del IPC el pasado año también fue clave para que los inversores atisbaran un cambio progresivo en la política monetaria de la eurozona, apostando por el incremento del precio del dinero para tratar de frenar una inflación que, según el último dato, ya supera el 7% en España y el 5% de media en la propia Unión Europea.

Pero la guerra de Putin contra el país vecino ha tumbado todas estas previsiones dando completamente la vuelta a una escenario que el pasado mes estaba claro. De hecho, ahora los mercados financieros ya retrasan la primera subida de tipos del BCE al primer trimestre del próximo año. ¿Qué ocurrirá finalmente? Nadie lo sabe. Algunos aseguran que al BCE no le quedará más remedio que reducir sus estímulos monetarios para frenar una inflación que, debido a la presión que la guerra de Ucrania ejerce sobre los costes energéticos y las materias primas, puede dispararse en los próximos meses hasta superar incluso los dos dígitos en países como España.

Otros, en cambio, aseguran que el freno que para la recuperación económica supone este incrementos de los precios llevará a la institución monetaria a hacer una retirada muy gradual de los estímulos para no dañar la recuperación económica. Sea como sea el escenario abierto con la guerra de Ucrania es de total incertidumbre. De hecho, el mayor problema con el que se encuentran los economistas y los empresarios es el desconocimiento absoluto que en estos momentos existe respecto a la duración de la contienda, que dependerá de la propia capacidad de Rusia de sufragar el coste de invadir el país y de los propios ucranianos de resistir.

En este horizonte repleto de dudas sin resolver existen pocas certezas a las que las empresas puedan agarrarse para diseñar un futuro de crecimiento. Una dificultad que se une al hecho de que muchas firmas aún están sufriendo las consecuencias de la crisis de la pandemia de Covid. Pues bien, en este exigente contexto lo primero que se debe tener en cuenta es que el conflicto de Ucrania no es el coronavirus. Si hace dos años, la irrupción del virus supuso el total cese de actividad de las compañías, ahora la situación es muy diferente. Es cierto que lo que ocurre en Ucrania tiene consecuencias en todo el mundo al ser la economía globalizada. Más aún en las firmas con negocios en el país, como es el caso de nuestros gigantes de moda nacionales como Inditex y Mango que ya han cerrado todas sus tiendas de manera temporal en Rusia y Ucrania. Pero también es verdad que la situación es ahora “mejor”, ya que casi todo el mundo puede seguir haciendo negocios.

Esta certeza es muy importante de cara a enfrentarse al impacto de la guerra en las empresas. Es fundamental, por tanto, que los negocios mantengan el optimismo. Máxime cuando ningún organismo nacional e internacional predice que la contienda vaya a suponer que el mundo entre en recesión. Una expectativa que debe tenerse muy en cuenta frente a la caída de más del 10% del PIB que en 2020 supuso la irrupción de la pandemia para la economía española.

Las empresas, por tanto, deben ser conscientes de que lo que ocurre ahora es mucho más “leve” a nivel económico que lo que han tenido que superar hace un par de años con la Covid. También es importante que tengan presente que, como se ha comentado anteriormente, la situación en Ucrania trastoca la recuperación económica que, aunque no termine, si frenará su impulso.

Con todo, lo más preventorio es que el mundo empresarial anticipe las medidas necesarias para hacer frente a un alza de tipos de interés y, por ello, al endurecimiento de las condiciones de financiación.

Y es que la espiral inflacionista actual llevará más pronto que tarde a los bancos centrales a poner fin a los estímulos y a la fiesta de la liquidez, y al alza de tipos para frenar los precios. Lo tendrán que hacer porque están obligados ya que fueron creados para ese cometido. De hecho, el BCE tiene fijado contener en el 2% una inflación que ahora supera el 5%. Por todo ello, las empresas han de estar preparadas para unas medidas monetarias que tendrán consecuencias para las economías de los países, al favorecer a los que tengan ahorros y perjudicar el resto de variables, lo que acabará pasando factura al consumo.

¿Cómo enfrentarse a ello? Existen múltiples estrategias de economistas y de escuelas de negocios. Pero buena parte de sus preceptos se pueden resumir en una palabra: liquidez. La tesorería siempre es fundamental ya que permite hacer frente a los gastos diarios de un negocio. Pero en casos de escenarios de incertidumbre y de encarecimiento de la financiación, las reservas de dinero de la empresa son claves para asegurar la mera supervivencia del negocio. 

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