15 nov 2020
Deuda pública en máximos históricos
La deuda pública de Brasil alcanzó la cifra record del 90,6% del PIB a finales de septiembre, según el último informe del Banco Central. Se trata de una de las cifra más altas entre los países emergentes y de las que crece a mayor ritmo.
En Brasil, ya se han destinado más de 600.000 millones de reales (107.000 mill.$) a combatir la crisis sanitaria, entre ayuda de emergencia, programas de crédito para empresas, apoyo a estados y ayuntamientos y partidas para la sanidad. A ello se suma la menor recaudación tributaria como resultado de la caída en el nivel de actividad. El FMI prevé que se cierre el año con un déficit y una deuda superiores al 16% y al 100% del PIB, respectivamente, unas cifras muy preocupantes. El desequilibrio de las cuentas públicas es el mayor riesgo al que se enfrenta la primera economía latinoamericana. Las agencias de calificación y los mercados han señalado, cada vez con más ímpetu, los peligros asociados a una posible insostenibilidad de la misma.
│Un problema estructural
Los problemas fiscales de Brasil no son nuevos. La deuda ha aumentado de forma sostenida la última década (en 2010 se situaba en el 61% del PIB) lo que obedece fundamentalmente a problemas estructurales. A diferencia de lo que ocurre en otros países de la región, en este caso no podemos achacar el déficit crónico a una insuficiencia recaudatoria. Los ingresos en proporción del PIB en Brasil se sitúan en torno al 30% del PIB, muy en línea con el promedio de la OCDE (35%). La tendencia ascendente del déficit en los últimos años se explica por el aumento del gasto público. Entre 2013 y 2019 se incrementó un 30%, una cifra sin precedentes. Además, la rigidez de las partidas de gasto corriente (algunas incluso gozan de protección constitucional) dificulta la necesaria consolidación presupuestaria. Se estima que hasta un 90% del gasto público está protegido por alguna normativa. Además, en torno al 80% de los gastos primarios del gobierno son no discrecionales. Por último, otro factor muy preocupante es que la mayoría del gasto es corriente, lo que impide una mayor inversión pública tan necesaria en un país con una limitada calidad de las infraestructuras y la necesidad de aumentar la productividad.