Ataque fallido con drones sobre una instalación petrolífera saudí

Esta última, situada en la costa saudí que da al Golfo Pérsico, es la mayor infraestructura de este tipo del mundo, siendo capaz de exportar diariamente unos 6,5 millones de barriles, lo que equivale a casi un 7% de la demanda mundial de crudo. Por esa razón, la instalación está enormemente protegida, lo que permitió que los sistemas antimisiles desplegados fuesen capaces de neutralizar el ataque, que no ocasionó daños materiales ni tampoco víctimas mortales. La autoría del ataque fue enseguida reivindicada por el movimiento Houtí, un grupo armado yemení de confesión chiita próximo a Irán, de quien recibe armas y asesoramiento. Este grupo se encuentra en guerra desde 2015 contra una coalición de países sunitas acaudillada por Arabia Saudí, un conflicto que ha dado lugar a una de las peores catástrofes humanitarias de las últimas décadas, según la ONU. En represalia, los Houtíes llevan desde entonces perpetrando ataques con misiles y drones de fabricación iraní desde sus bases en el Yemen contra instalaciones petrolíferas saudís. El más grave de ellos, perpetrado en septiembre de 2019, se saldó con la destrucción parcial de dos pozos y de un centro de almacenaje de crudo, lo que obligó a Saudi Aramco -la compañía pública saudí de hidrocarburos, propietaria de las instalaciones- a recortar nada menos que en un 50% la producción de petróleo saudí durante un mes. Aquel ataque puso, además, de relieve la gran vulnerabilidad a acciones de este tipo de las infraestructuras petrolíferas de la principal economía del Golfo Pérsico. Dada la vinculación de los Houtíes con Irán, los ataques del pasado 7 de marzo podrían complicar los esfuerzos de la nueva Administración estadounidense por retomar las conversaciones diplomáticas con la República Islámica.