28 nov 2021

Ebrahim Raisi se enfrenta a su primera crisis socioeconómica

Desde hace ya algunos meses, miles de personas se están manifestando periódicamente en varias ciudades iraníes en protesta por la escasez de agua, lo que en ocasiones obliga a las autoridades a tener que hacer cortes en el suministro durante algunas horas.

Es cierto que Irán, un país árido, viene padeciendo una prolongada sequía desde hace años, algo de lo que no se puede culpar a las autoridades. Sin embargo, en Ispahan, capital de la provincia de Yazd y tercera ciudad más importante del país, los ciudadanos sí hacen responsables a éstas últimas de la progresiva desecación del río Zayande Rud, cuyo escuálido cauce no hace para nada honor a su nombre, que en farsi significa “Rio Fértil”. Los manifestantes, casi todos agricultores, creen que son los trasvases que en los últimos veinte años se han venido efectuando a otras regiones limítrofes los que están detrás de la pérdida de agua, tanto del rio, como de los pozos y acuíferos de la provincia. Ebrahim Raisi, elegido el pasado mes de junio Presidente de la República Islámica, había comenzado bien su mandato al hacer pasar la tasa de vacunación contra el covid-19 de un famélico 3,3% de la población a un 51%. Sin embargo, las actuales manifestaciones en Ispahan contra la “crisis del agua”, constituyen el primer problema socioeconómico serio al que está teniendo que hacer frente, con la dificultad añadida de que si la conflictividad social se intensifica, el Ejecutivo no tendrá fácil usar la fuerza –como hace en muchas ocasiones- porque Ispahan, una ciudad conservadora, es un vivero del electorado que el pasado verano aupó a la presidencia a Raisi. Desde su elección, éste último se desplaza cada semana a una provincia del país para seguir de cerca los problemas de los ciudadanos, en particular los de las clases populares, su verdadero vivero de votos. Sin embargo, éstas últimas están siendo las más afectadas por la alta inflación, que roza ya el 45%, y que constituye otro de los retos a los que el jefe de Estado está teniendo que hacer frente. Todo ello, además, sin margen de maniobra fiscal, ya que, a causa de las sanciones económicas impuestas por Donald Trump en noviembre de 2018 –y que, de momento, Joe Biden no ha levantado-, las arcas del Estado están casi tan secas como el propio cauce del “Rio Fertil”.

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