07 feb 2021
Navalni encarcelado
El opositor ruso Alexei Navalni entró en prisión el pasado 2 de febrero tras el fallo de un tribunal que le condenaba a 2 años y medio de cárcel por desobedecer los términos de la libertad condicional en la que se encontraba desde 2014.
A esta sentencia, podría unirse otra por “difamación de los veteranos de la II Guerra Mundial” que podría elevar su pena a un máximo de 5 años. El encarcelamiento de Navalni ha generado multitud de reacciones dentro y fuera del país. Moscú y otras ciudades rusas llevan más de dos semanas siendo el escenario de multitudinarias protestas que se han saldado ya con la detención de más de 10.000 personas. Si bien el pasado fin de semana la ola de frío polar hizo que se desconvocara la cita, se espera que la presión social continúe en las calles la semana próxima, justo cuando se dará a conocer la nueva sentencia. Fuera de las fronteras, tanto Washington como Bruselas han pedido la liberación del opositor ruso y no descartan la imposición de nuevas sanciones. De hecho, es probable que la tensión escale en las próximas semanas ya que, en respuesta a la reprobación europea, Moscú ha expulsado a tres diplomáticos europeos. Recordemos que Navalni fue envenenado el pasado mes de agosto cuando se dirigía a hacer un mitin en la ciudad siberiana de Tomsk en las últimas elecciones regionales. Si bien el opositor ruso solo ha podido concurrir en una ocasión a los comicios, lleva desde 2017 instando a los votantes a seguir la iniciativa “Smart Vote” que fomenta el apoyo de los candidatos con mayores posibilidades de vencer al partido oficialista, Rusia Unida. Una iniciativa que le ha reportado pequeñas victorias pero que, en realidad, no supone una alternativa real al dominio político absoluto del Kremlin. Estas protestas, sin embargo, han supuesto un punto de inflexión ya que ha conseguido movilizar a un sector de la ciudadanía que tradicionalmente no tenía una posición política determinada. Precisamente, esa acogida entre nuevos grupos de la población es lo que más preocupa al Kremlin. Más si cabe si se tiene en cuenta que el próximo otoño Rusia celebra elecciones parlamentarias.