Revocada la licencia de explotación a una mina de uranio

Níger es el séptimo productor de uranio del mundo y suministra aproximadamente el 20% del mineral utilizado en las centrales nucleares francesas. Cuando se otorgó la licencia de Imouraren (en 2009), se anticipaba que la explotación de uranio comenzase entre 2011 y 2015, pero la drástica caída de los precios de este mineral tras el desastre nuclear de Fukushima supuso una suspensión de los planes. Con la recuperación de la cotización en los últimos 18 meses, se regresó al proyecto; no obstante, no lo suficientemente rápido para el gusto de la junta militar, muy necesitada de liquidez. El pasado marzo, el Ministerio de Minas de Níger dio un ultimátum a Orano: si en 3 meses no comenzaba la explotación, se revocaría su permiso. La empresa francesa, que dice haber invertido 1.000 mill.€ en el proyecto, denuncia que las fuerzas de seguridad nigerinas responsables de proteger la explotación no permitieron el acceso a sus empleados. Fuentes del gobierno nigerino anticipan un desenlace similar para otros yacimientos que explota Orano, como el de Arlit o los de la región de Agadez. Si se produce la expulsión total de los franceses del país (algo que, ante el creciente sentimiento antifrancés en Níger, aumentaría la popularidad de la junta), lo más probable es que la rusa Rosatom se haga con el control de estos activos. Esto supondría una victoria para la junta, que a los actuales precios del uranio lograría una gran inyección de capital con las nuevas concesiones, y, también, otra victoria para Moscú en el continente africano. No obstante, Níger, que no tiene salida al mar, se enfrenta a dificultades logísticas para llevar a cabo su exportación: actualmente las fronteras con Benín están cerradas (consecuencia de una crisis diplomática) y el transporte al puerto de Lomé (Togo) implica el paso por Burkina Faso, que sufre una grave crisis de seguridad.