Semana de disturbios por el arresto de Imran Khan

Khan las niega y, en una declaración instó a los simpatizantes de su partido opositor Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI) a protestar contra la Liga Musulmana de Pakistán-Nawaz (PML-N) por su detención, reiterando que hubo una conspiración militar para asesinarlo. La detención de Khan, que sus partidarios calificaron de "secuestro", conmocionó a la nación y desencadenó protestas por todo el país. Los partidarios de Khan, bloquearon carreteras y dañaron propiedades del ejército. El 11 de mayo, el Tribunal Supremo ordenó la puesta en libertad de Khan, lo que se llevó a efecto un día después, si bien otros miembros de su partido continuaban bajo arresto. El pasado domingo la tranquilidad parecía volver a las calles tras una semana caótica. Mientras tanto, Khan se ha distanciado de los ataques contra las instalaciones militares en las protestas, negando que los trabajadores de su partido estuvieran implicados y pidiendo una investigación independiente sobre la violencia. El ejército, que niega las acusaciones de Khan, advirtió el sábado contra los intentos de crear "percepciones erróneas" contra la institución. La evidente inestabilidad política se une a la delicada situación económica y hace temer con un default de deuda. Pakistán depende del apoyo fiscal multilateral y bilateral para evitar un impago de la deuda externa y la situación política está generando nerviosismo entre los prestamistas. Si bien China, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos han proporcionado apoyo financiero de forma notable en el último año, estos países, junto con el FMI, han insistido en la importancia de un entorno político estable que permita una reforma fiscal como requisito para la continuación de la ayuda. Precisamente el Fondo permanece sin aprobar el último tramo de financiación desde febrero a la espera de dicha reforma fiscal. Si las elecciones federales del próximo mes noviembre no despejan el panorama político, esta reforma y el apoyo del FMI serán aún más inciertos.