22 oct 2023
Un año después, todo sigue igual
Como se recordará, Irán vivió en el otoño de 2022 las mayores protestas sociales de las últimas dos décadas, una oleada de ira colectiva desatada por el fallecimiento de la joven Masha Amini, como consecuencia de las lesiones sufridas durante los tres días que estuvo arrestada por no llevar bien puesto el velo.
Al rechazo por la brutalidad de la policía de la moral, se unió el descontento de parte de la población por el continuo deterioro de las condiciones de vida, escenificado en el desplome del 70% del PIB per cápita en la última década. Al igual que ocurrió en las revueltas de 2019, las autoridades persas respondieron al desafío social con una abrumadora violencia: 500 personas fallecieron y cerca de 20.000 ciudadanos fueron arrestados. Un año después, parte de la sociedad iraní se encuentra, en cierto sentido, en la misma casilla de salida, conmocionada por la agresión ejercida por la policía de la moral contra Armita Geravand, por no llevar puesto el hiyab. Según lo publicado por medios independientes, la joven de 16 años se encuentra en estado de muerte cerebral. A esto se suma la reciente sentencia a 7 años de prisión a las dos periodistas que publicaron el caso de Masha Amini, una controvertida decisión judicial que pone de manifiesto la apuesta de las autoridades por mantener el statu quo, a pesar del descontento de buena parte de la población. De momento la preocupación de Teherán de que el aniversario de la muerte de Masha Amini desencadene una nueva ola de protestas no se ha materializado, como consecuencia, en buena medida, de la represión ejercida para neutralizar las protestas. También lo ha favorecido, en cierta forma, el estallido del conflicto entre Israel y Hamás, ya que, desde la perspectiva de Teherán, la guerra se ha convertido en una valiosa oportunidad para trasladar y centrar el debate público en la cuestión palestina.