30 oct 2023
‘El Niño’ y el calor extremo elevan el riesgo del mercado a cotas máximas
El periodo estival ha dejado riadas, tormentas, huracanes y otras inclemencias que han añadido incertidumbre a los flujos comerciales y al tráfico de materias primas.
Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce
La catástrofe climática ha vuelto a mostrar su cara más destructiva durante la estación veraniega en el Hemisferio Norte, con numerosos y constantes fenómenos meteorológicos destructivos en varios puntos de su geografía. Desde episodios de sequía persistente, hasta tormentas tropicales en áreas muy alejadas del cordón central del planeta o lluvias torrenciales en latitudes donde las precipitaciones no son habituales o en otras donde han arreciado de forma mucho más intensa, a pesar de ser zonas acostumbradas a lidiar con gotas frías y danas.
Por ejemplo, en California, el último de los huracanes registrado data de 1939 y la última tormenta de grado tropical -ambos acaecidos este verano- que ha antecedido a la de este año fue en 1997. La mayoría de estas inclemencias están ocasionadas por El Niño, un fenómeno climático y meteorológico que eleva temporalmente la temperatura global del planeta y altera la normal distribución de los episodios de calor por la geografía terráquea.
Los meteorólogos predicen que el actual Niño, que empezó en junio, será el más drástico de la historia. Incluso más que el severo y destructivo que terminó en 2016, que contribuyó a que sea el año más caluroso jamás registrado. Pese a que pueda superarse este año o el próximo, avanza Maarten van Aalst, director de la agencia holandesa de meteorología y antiguo responsable del Centro Climático de la Cruz Roja, porque “nunca hemos tenido un Niño que emprendiera su ruta con los termómetros planetarios en máximos históricos”. Así que “puede ocurrir de todo y nada de ello parece halagüeño”, matiza.
El término El Niño procede del bautismo que dio a este fenómeno un pescador peruano porque solía desencadenar sus peores efectos durante el periodo navideño alterando los densos bancos de anchoas del litoral sudamericano, que necesita las corrientes frías del Pacífico para mantener su amplio atractivo pesquero. En la actualidad, la industria peruana del ramo se ha atascado en los 2.000 millones de dólares, a pesar de la modernización de sus puertos y de la ampliación de especies que, hasta esta década, brillaban por su ausencia. Un botón de muestra de que el clima de la tierra, y sus distintas variantes, parecen haberse interconectado y alterado la localización de numerosas especies marítimas.
Fruto del calentamiento del agua en superficie, que ha llegado en el Mediterráneo a rebasar los 30 grados centígrados, y del incremento de los niveles de evaporación a la atmósfera por calor excesivo que repercute en una mayor profusión de tormentas tropicales de norte a sur. Y que ya estuvo detrás de los peores incendios de la historia de Australia, entre 2018 y 2019.
El de 2023 presenta tres componentes inusuales que hacen augurar catástrofes más extremas. El primero, que llega tras tres años consecutivos de la Niña, el fenómeno inverso, que propaga el calentamiento hacia Asia y reduce temporalmente la temperatura global. Este acontecimiento alterará no pocas producciones agrícolas y modificará exportaciones y precios de bienes como el arroz o el trigo, en un momento crucial por el descenso de oferta tras la retirada de Rusia del pacto con Ucrania y la mediación de la ONU y Turquía. “Estamos a la expectativa”, explica la experta del Climate Hazards Centre de la Universidad de California, Laura Harrison a Economist.
De hecho, ya ha reducido a la mitad la cosecha de arroz de India que se encarga de abastecer el 40% del mercado mundial y ha enviado los precios a su nivel más alto desde 2011. Por si fuera poco, el Niño ha determinado seriamente la rentabilidad de este producto. Entre 2015 y 2016, su producción descendió en 15 millones de toneladas, el 7% de su stock global. Y el trigo no es una excepción. El australiano, que nutre entre el 12% y el 15% de esta materia prima alimenticia, viene de un decenio de altibajos: “desde años precarios en cosecha y no tanto en valor, como el actual, impulsado por la guerra entre Rusia y Ucrania, a otros más productivos y con oscilaciones de precios por las alteraciones climáticas en las Antípodas de Europa”, explica el analista de S&P, Paul Hughes, para quien “habrá que vigilar estrechamente el tiempo austral”.
Al igual que el aceite de palma de Indonesia y Malasia, que podría mermar el 10% de las ventas de ambos países al exterior y que ya ha ocasionado problemas con el incipiente Niño.
Un segundo elemento distorsionador tiene que ver con los virus que se replican y expanden debido a las altas temperaturas; sobre todo, por los desplazamientos geográficos de insectos o personas en busca de nuevas fuentes acuíferas. El Niño de 1997-98 fue asociado a epidemias de malaria en Kenia, Etiopía y Uganda y al cólera en el Cuerno de África.
Y, finalmente, los desastres naturales pueden provocar descontentos sociales y disfuncionalidad política por la incapacidad política de dar respuesta de gobiernos como el de Perú. De hecho, opina Brian Fagan, profesor de antropología en la Universidad californiana de Santa Bárbara y autor de numerosos libros de arqueología, las oscilaciones climáticas están detrás del auge y caída de civilizaciones sudamericanas en los últimos milenios. A su juicio, el Niño “puede destruir la fe de la gente en la legitimidad de sus líderes y en los fundamentos de sus sociedades”. Como ocurrió con el histórico mito de Fempellec, un legendario monarca del Reino Antiguo peruano de Lambayeque, que fue arrojado al mar por sus súbditos para apaciguar la ira de los dioses tras una treintena de días de lluvias torrenciales y constantes que acabaron con las cosechas.
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