25 abr 2024

El FMI reclama escudos de resiliencia activa frente a la anemia económica

La economía global ha entrado en una década de parálisis que reclama un tratamiento de shock con reformas de calado frente a las disrupciones productivas y geopolíticas.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

Un trienio (2023-2024-2025) de dinamismo anual al 3,2%. Justo por encima de la cota que separa los números rojos de los negros en la jerga multilateral al analizar la trayectoria del PIB mundial. Este diagnóstico del FMI, en su cónclave semestral de primavera, ha servido para que Kristalina Georgieva, su directora gerente, a plantear un trilema a los gobiernos de planeta: una alternativa complaciente -dejarse llevar por las turbulencias económicas, monetarias y geopolíticas- otra de respuestas tibias que acepte ritmos de crecimientos modestos o una tercera vía, la más agresiva y conveniente, que asuma cambios de paradigma en el terreno tecnológico para elevar las bajas tasas de productividad y transformaciones estructurales que consoliden la prosperidad con unas tasas de consumo e inversión intensas y generación sostenible de empleos.

Para ello, en primer lugar, “debemos conseguir la vuelta de la estabilidad de precios” y crear las condiciones imprescindibles para que los bancos centrales “retornen a unos tipos de interés más acordes con la ortodoxia monetaria”, explicaba Georgieva, secundada por su economista jefe, Pierre-Olivier Gourinchas.

En segundo término, se deben retomar los estabilizadores automáticos, en especial, en el orden fiscal, tras varios años de post-pandemia dóciles en el control presupuestario y la contención de la deuda. En EEUU, solo el pasado año, el Tesoro “vio cómo se elevaba un 5% sus obligaciones de pagos soberanos por el encarecimiento del dinero y en 2023, los niveles de endeudamiento mundial alcanzaron la factura récord de 313 billones de dólares, algo más del triple de los 104,4 billones en los que el FMI valora el PIB mundial.

Y, en un tercer estadio de actuación, emprender reformas que vigoricen la actividad con saltos de productividad, recetas de buen gobierno tanto corporativo como estatal, supresión de trabas burocráticas, inserción laboral de las mujeres y equiparación de puestos y sueldos directivos y mejoras en el acceso al capital. De concretarse agendas de este tenor, los mercados emergentes y los países en desarrollo añadirían 8 puntos de dinamismo a sus PIB en cuatro años, concluía Georgieva que dejaba un aviso a navegantes: una mayor sincronización multilateral para diluir la elevada conflictividad geopolítica y conectar de nuevo el proceso globalizador.

Comercio sin pulso

Porque el comercio, el tradicional propulsor de la prosperidad, continúa anclado -dijo la número uno del FMI- y la globalización, el modelo de libre tránsito de mercancías, servicios y capitales, se encuentra seriamente amenazada de fragmentación por el alto voltaje geopolítico. Así lo dejó patente un informe del propio Fondo previo a la cumbre primaveral: la separación en bloques generada por la guerra de Ucrania ha alejado al hemisferio occidental liderado por EEUU del oriental que abandera China y modula Rusia. Según sus expertos, los intercambios entre ambas latitudes han descendido entre un 12% y un 20% desde el estallido del conflicto bélico aupiciado por el Kremlin.

De hecho -resalta el FMI- el gigante asiático ha dejado de ser el principal abastecedor de EEUU en beneficio de México. Las exportaciones chinas al mercado americano han caído del 22% en 2018, cuando Donald Trump inicia su batalla arancelaria contra Pekín, al 14% en 2023.

La OMC certifica esta climatología adversa en el comercio. En 2024, apenas remontará un 2,6%, tras registrar números rojos del 1,2% en 2023, y un 3,3% en 2025; una dinámica demasiado leve para un parámetro que acostumbraba a casi triplicar la tasa de crecimiento del PIB global en los buenos tiempos de la globalización.

Puntos negros de la coyuntura

Aun así, el empleo y la continua reinvención de las cadenas de valor han solidificado la resiliencia de los hogares, que han mantenidos sus ingresos, y de las empresas y sus objetivos corporativos en el terreno productivo, de ventas y beneficios, mientras las moderaciones salariales -subidas por debajo de los repuntes de IPC- han despejado el horizonte de rebajas de tipos.

Sin embargo, la fragmentación de la globalización y los desajustes presupuestarios siguen siendo dos de los nubarrones que podrían precipitar vientos huracanados sobre una atmósfera de baja productividad, tensiones competitivas, repuntes inflacionistas y tipos demasiado elevados. 

Los precios se han contenido -del 9,5% de 2022 al 2,3% a finales de 2023 en las potencias de la órbita industrializada y del 13,7% al 9,9% en los mercados emergente y en vías de desarrollo- y los estímulos fiscales se han amortiguado, aunque no desaparecido. Pero sin que permitan una desinflación sostenible como apuntaban los bancos centrales. Sin una inflación a raya, el precio del dinero no se abaratará ni creará un clima crediticio acorde a un crecimiento más vigoroso y a unos servicios de pagos de deuda ordenados que contribuyan a recomponer los alarmantes niveles de endeudamiento global y a unos desequilibrios fiscales inferiores al 3% del PIB.  

Recetas para salir de la atonía

Gourinchas se encargó de describir la piedra angular de las reformas. “La transición energética y los avances digitales se deben intensificar con flujos de inversión y transferencia de innovación tecnológica, así como con una substancial financiación pública y privada”, recalcó. Sin caer en el proteccionismo y sin demoler la globalización porque, en caso de fragmentación, se generaría un mundo dividido tecnológica, financiera y geoeconómicamente, con enfoques inflacionistas, inversores, de tipos y fiscales opuestos y objetivos climáticos, de productividad asociados a la IA distorsionados que impedirían reformas estructurales urgentes y consensuadas desde la órbita multilateral como en el seno del G-20. 

Vitor Gaspar, director el Área Fiscal del FMI, apeló a los equilibrios presupuestarios, pese a ser un año con más de 70 procesos electorales en los que están convocados más de 3.000 millones de personas en el mundo, mientras su homólogo de Mercados de Capitales, Tobias Adrian, justificaba los cambios en el peligro de volatilidad bursátil por la caída del sentimiento inversor ocasionada por las tensiones inmobiliarias, los vaivenes del consumo y de los beneficios de las empresas, las dudas sobre el despegue de China, las vulnerabilidades de las deudas soberanas y corporativas y a unos tipos anormalmente altos por el dubitativo ritmo de desinflación.

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