14 mar 2024

México emerge como arteria comercial de una Ruta de la Seda a la americana

El estatus de principal importador de EEUU de la segunda potencia latinoamericana y el riesgo de decoupling relega a China a un papel residual en el comercio continental.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

¿Podría configurarse una Belt and Road Initiative (BRI) en América como la que ha tejido China en los últimos años, con éxito indudable, para unir los mercados europeo, asiático y africano al calor de nuevas redes de infraestructuras y de mecanismos y normas de promoción del comercio y las inversiones? Probablemente no haga falta, porque, de hecho, ya existe y México es el nexo de unión logístico del viejo sueño americano del ALCA, aquel Acuerdo de Libre Comercio para las Américas que se convirtió en una obsesión de Bill Clinton para atender convenientemente la salud económica de la Puerta Trasera de EEUU.

Más de tres decenios después, México se ha convertido en el principal suministrador de bienes de EEUU y ha desplazado a China de su lugar de privilegio, en el que se ha instalado durante los dos últimos decenios. Prácticamente, desde su ingreso en el OMC, en 2001, hasta la aparición como amenaza de un decoupling del comercio que atenta contra el espíritu de la globalización que ha arreciado tras la Gran Pandemia. Aunque por medio también ha irrumpido el USMCA, el Nafta 2.0 que convirtió más que nunca a México en la Gran Fábrica Continental y en el primer abastecedor del gran mercado global: EEUU.   

Todos estos movimientos han dotado a la segunda potencia latinoamericana y al conjunto de la zona continental -desde Alaska a Patagonia- en una especie de Ruta de la Seda, el BRI chino, con no pocas dimensiones geoestratégicas; algunas de ellas, de largo plazo.

Porque México, sin necesidad de que los inquilinos de la Casa Blanca hayan precisado -como lo persiguieron en el pasado prácticamente todos los presidentes americanos del último siglo-, de un fast track, el poder para sellar acuerdos multilaterales que se disputan el poder legislativo y ejecutivo estadounidense, ha mostrado varias de las soluciones para hacer carburar un mercado continental. Muy en concreto, la satisfacción de la alta demanda de manufacturas y de materias primas que EEUU necesita para abordar la reconversión de su industria y avanzar con proyectos verdes hacia la neutralidad energética. Con la inestimable ayuda de un arsenal de milmillonarios subsidios federales.

Pero, por encima de esta capacidad de suministro de su vecino del sur, México está en condición de competir de forma pacífica con China. No solo por consolidar su papel de primer importador de EEUU, sino para renovar sus credenciales como actor geoestratégico y comercial de confianza en la región y en el orden mundial. Toda vez que Washington se ha planteado por primera vez desde el Siglo XIX acabar con la Doctrina Monroe, que ha impuesto desde entonces una posición de dominio a EEUU y de indiferencia hacia los asuntos económicos y geopolíticos de sus vecinos continentales del sur. Con la única excepción de la llamada Alianza para el Progreso del mandato trágicamente acabado de John Fitzgerald Kennedy.

Quizás, en buena parte, motivado por el impulso inversor y comercial que le ha otorgado a China la BRI inspirada como un proyecto personal de su presidente, Xi Jinping y que, 10 años después de la reanudación de la llamada Nueva Ruta de la Seda, está siendo revisada para espolear sus trayectos marítimos, ferroviarios y rodados con nuevas redes de infraestructuras, amplificar sus tentáculos hacia nuevos socios de los tres continentes y elevar el músculo geopolítico de Pekín en el escenario global. El BRI 2.0 se ha engendrado con mayores ambiciones hegemónicas desde el gigante asiático y con la convicción oficial de que ocupará un papel más central con el resto del planeta como garante de una globalización que está siendo amenazada en varios frentes con el tecnológico y el manufacturero como estandartes de una fragmentación en ciernes. 

La reaparición de México como hub logístico y fabril, con amplias alianzas comerciales, además, con China, revela la “rapidez” con la que se está transformando la economía explica Luis Torres, economista de la Reserva Federal de Dallas, para quien México vuelve a ser el “viejo mejor amigo comercial” de EEUU después de tres largos decenios de integración poco fructíferos en el Nafta. Esencialmente, porque el suministro de proximidad deja ya evidencias del incremento global del proteccionismo y de la resiliencia transformadora de las cadenas de valor.

“Los datos revelan que este fenómeno es consistente con el aminoramiento del comercio global y el repunte de los intercambios regionales; es decir, con la relocalización de los procedimientos productivos”, aclara.

“No es la ruptura de la globalización”, precisa Michael Burns, socio de Murray Hill, una firma de inversión focalizada en cadenas de valor, “sino la entrada en una nueva era de la libre circulación de mercancías y servicios que se asienta sobre redes regionales” y que ha propiciado que el flujo de manufacturas desde México a EEUU haya convertido a este mercado latinoamericano en una arteria indispensable en el tránsito comercial del continente y dentro de una táctica mas realista en los vínculos de Washington con su Patio Trasero, apuntan en Foreign Policy.

En los cuatro primeros meses de 2023, México se convirtió oficialmente en primer suministrador de mercancías de EEUU al acaparar el 15,4% de las compras de la primera potencia mundial, una décima por encima de las ventas canadienses, que también se dispararon el pasado año, y que han relegado a China a una porción del 12% de las importaciones de la Casa Blanca que mantiene sin embargo un triple déficit con todos ellos en su balanza comercial.

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