23 ago 2023
Renting o leasing: qué le puede interesar más a una pyme
Si bien guardan algunas semejanzas, desde un punto de vista operativo y contable el renting y el leasing son diferentes. Para los gestores de una empresa, con los recursos limitados y la necesidad de contar con cierta flexibilidad para, por ejemplo, la utilización de un coche o de maquinaria especializada, es importante conocer los pros y los contra de cada una de estas opciones antes de tomar una decisión definitiva sobre por cuál decantarse.
Carlos Sánchez - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce
Opciones de financiación a largo plazo
Tanto renting como leasing comparten que se tratan de alternativas de financiación a largo plazo. A partir de ahí, es importante entender las singularidades de cada una de ellas:
- Renting. Es el alquiler a medio y largo plazo de determinados bienes, como vehículos, equipos informáticos o maquinaria industrial que una empresa puede utilizar en el desarrollo de su actividad económica. Suele funcionar como un contrato de alquiler con una cuota mensual que se paga al banco y que incluye el vehículo y todos los servicios que necesita.
- Leasing. Es un contrato de financiación por el que el banco adquiere un activo que utiliza la empresa para su actividad productiva a cambio del pago de un canon. La vigencia de un contrato de leasing suele ser de entre 2 y 10 años. Existen leasing sobre la maquinaria y el equipamiento, sobre los vehículos industriales y comerciales, sobre los inmuebles para una actividad industrial o comercial, para la compra de bienes muebles e inmuebles del sector turístico, para la compra de activos agrarios o para segmentos que requieren una fuerte inversión de capital, como el de las gasolineras.
Promover el cambio tecnológico
Desde un punto de vista de negocio, el renting puede suponer una opción idónea para ‘financiar’ el cambio tecnológico. En industrias en las que la innovación juega un papel determinante, la adquisición periódica de nuevos equipos informáticos y de software es crucial, pero si se recurre directamente a su adquisición es probable que el coste económico resulte difícil de asumir.
Por ello, mientras que en el leasing el objetivo final es hacerse con esos bienes, pasando a formar parte de los activos de la compañía, en el caso del renting la entidad no quiere hacerse con la propiedad de ningún bien, sino que los alquila para su utilización con vistas a, en un futuro, sustituirlos por otros activos similares pero con mejores prestaciones. Es decir, que la compañía alquila los productos tecnológicos que necesita durante un periodo de tiempo delimitado, por los que abona a un tercero un único pago o varias cuotas periódicas. A través de este dinero, no solo se garantiza la utilización de los equipos y de los programas que necesita sino, también, de otros servicios integrales, como su mantenimiento o un seguro en el caso de que suceda alguna incidencia grave.
A través del renting, una empresa puede ‘financiar’ su renovación tecnológica y evitar la obsolescencia programada, promoviendo ser cada vez más competitiva en su industria sin condicionar su situación contable por ello. De este modo, puede destinar ese extra de recursos para generar un valor añadido real a su operativa de negocio.
Desde una óptica contable, el renting es un gasto totalmente deducible, lo que significa que hay que sumar el beneficio fiscal de poder devenir el IVA en su totalidad. Además, las operaciones de renting no figuran dentro del balance, lo que permite mantener la capacidad de endeudamiento con las entidades bancarias y aumentar la rentabilidad sobre los activos.
Las claves del leasing
A través del leasing, la empresa arrendadora siempre ofrece la posibilidad de la compra del bien pasados una serie de años desde el inicio del contrato. Esto significa que las sucesivas cuotas que se van abonando se suman sobre el precio total del bien, lo que desde el punto contable es muy diferente del renting. Al final, el potencial comprador tiene siempre en su mano la decisión final de adquirir o no el bien.
Bajo una perspectiva financiera, el leasing afecta al pasivo y al activo de la empresa y si se va a realizar la compra al finalizar el contrato contabiliza como adquisición de inmovilizado.
Entre las principales ventajas que aporta el leasing, cabe destacar que los trámites para su realización son sencillos y habitualmente rápidos, permite a las empresas una gran flexibilidad en relación a los plazos y servicios, no tiene un efecto contable adverso ya que en principio no afecta a la capacidad de endeudamiento de la entidad, facilita aumentar la productividad con un esfuerzo bajo de recursos y que evita que, a largo plazo, se puedan acumular activos que terminen siendo obsoletos y que, por lo tanto, se queden sin apenas valor, condicionando la posterior toma de decisiones por parte de los gestores de la compañía.
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