01 jun 2023
¿Una cooperativa mundial de subsidios verdes? El FMI apuesta por ella
El riesgo de que la carrera por las ayudas a la industria para acelerar las transiciones energéticas beneficie a EEUU, China y Europa, aconseja métodos colectivos.
“Gobiernos de todo el mundo están usando subsidios para apoyar la transición energética, pese a que estas ayudas pueden abrir fisuras en el mercado y generar desventajas competitivas”, por lo que sería recomendable una acción concertada internacional con la que “se perfile, de forma cooperativa, estos recursos públicos”. Así de contundente se manifiesta el FMI en un asunto que cada vez cobra más tintes espinosos ante el volumen de financiación movilizado por EEUU, China y Europa, preferentemente, mientras el acto de contaminar -las emisiones de CO2- sigue siendo barato en el mercado del carbono, y en un momento crucial, en el que los combustibles fósiles se han hecho un hueco en el orden inversor y en el consumo energético, después del bienio de bonanza de los capitales ESG que siguió a la Gran Pandemia. Y en el que se negociaron 35 billones de dólares en 2020 y 2021, un tercio del PIB global.
Alfred Kammer, director del Departamento de Europa del FMI, ha lanzado esta propuesta para el conjunto del planeta, pero, de manera específica, para los socios europeos, que se afanan en acelerar una réplica a la guerra comercial que, a su juicio, plantea EEUU con la liberación de los ingentes subsidios protectores a sus industrias verdes de la Inflation Reduction Act (IRA). La ley con la que la Administración Biden ha inyectado 465.000 millones de dólares de ayudas y que la UE tilda de atentatoria contra la regulación de la OMC y un ejercicio de proteccionismo que no guarda parangón en el principal mercado del planeta. Porque supone una amenaza existencial para las empresas sin pasaporte estadounidense.
Para Kammer, la respuesta europea, debe ir en esta dirección. La senda adecuada para impulsar a las empresas y los hogares hacia tecnologías limpias con menores costes de adaptación a los desafíos del cambio climático. “Sin discriminación entre firmas, ya sean foráneas o domésticas, pequeñas, medianas o grandes y, por supuesto, consistentes con la metodología normativa de la OMC”. Toda una alusión a las críticas hacia la IRA americana. “El riesgo que subyace es que la política de subsidios perjudique la carrera de las grandes economías por las inversiones verdes”, lo que “podría embarrar el terreno de juego del comercio, contribuir a la fragmentación de los mercados globales e imponer un prolongado gasto fiscal”.
El director para Europa del FMI incide en que “las potencias de rentas altas con mayor capacidad presupuestaria saldrán vencedores en esta carrera por los subsidios, pero la economía global no, como tampoco la eficiencia de la lucha contra la catástrofe medioambiental, mientras los países en desarrollo y los mercados emergentes encontrarían dificultades para adquirir inversiones que transformen sus economías en un mundo más proteccionista”. A su juicio, “hay que encontrar fórmulas para una adecuada transferencia tecnológica que facilite en estas naciones el tránsito hacia las energías verdes”.
Europa y su Green Deal Industrial Plan, la réplica al IRA y los milmillonarios subsidios chinos, que vela por evitar el éxodo de compañías, debería incorporar este espíritu cooperativista mundial a su política verde. Mediante cuatro grandes ejes vertebradores:
1.- Con políticas de colaboración multilateral. A través de una especie de hub climático que sirva para suprimir el mercado de combustión fósil, del que emane un acuerdo global para el diseño adecuado y homogéneo de los subsidios y que incluya indicadores y metas claras sobre competitividad, estabilidad presupuestaria, fomento del comercio transnacional y agendas estructurales no discriminatorias y generadoras de progreso y prosperidad económica.
2.- Preservar el mercado interior. Con estrictos límites y reglas sobre las ayudas pero con mecanismos ágiles en el desembolso a las empresas y unos controles capaces de vigilar que unas compañías obtengan ventajas financieras en detrimento de sus competidores. Este punto requerirá -dice Kammer- coordinación fiscal para liberar recursos a industrias con tecnología limpia e instrumentos de desembolsos centralizados. Además de perfilar un fondo inversor sobre el clima, a medio plazo, que distribuya los recursos en función de los logros en la reducción de la huella del carbono y en la eficiencia de costes.
3.- Apoyo a la aceleración de la transición verde. Con respaldos financieros hacia activos de capital, laborales y de conocimiento, a partir de la estimación de la Comisión Europea de dotar con 4 billones de euros adicionales los flujos de inversión entre 2021 y 2030 que se destinarán a reducir las emisiones de CO2.
4.- Focalizar los subsidios en actividades donde la intervención pueda recabar mayores beneficios climáticos. En especial hacia las tecnologías limpias.
El planteamiento de Kammer está en consonancia con el consejo de McKinsey de que el Green Deal Industrial Plan revierta “una parte substancial” de los fondos aprobados para impulsar la Recuperación de la Pandemia -y que superaban los 700.000 millones de euros-, a “fortalecer la competitividad del mercado interior” y a crear y atraer industrias de emisiones cero. “Con una vocación global”, como ensalza la presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula Von der Leyen. O con la sugerencia de la vicepresidenta de Europe at Breakthrough Energy, firma de inversión respaldada por Bill Gates, de que Bruselas libere cuanto antes un arsenal superior a los 260.000 millones de euros que ha puesto en liza Pekín para sus compañías, más del doble de las líneas de financiación en curso en el club europeo. Si “Europa quiere tener opciones en una carrera en la que EEUU y China han acelerado y adelantado posiciones”.
Zach Meyer, analista del Center for European Reform (CER), también apela a la celeridad y afirma que la UE “debe bajar los decibelios de su queja” sobre la IRA y los subsidios al vehículo eléctrico en EEUU. “Europa dice más de lo que está dispuesta a hacer”, aclara antes de recordar que, al otro lado del océano, los estadounidenses ven su ley como un impredecible esfuerzo para acabar con las emisiones de CO2 y la hegemonía china en cadenas productivas claves en la globalización.
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