Crecimiento decepcionante

Si bien esta cifra es relativamente alta, y se sitúa por encima del nuevo objetivo oficial del 5%, lo cierto es que esconde un comportamiento decepcionante de la segunda economía mundial. En primer lugar, hay que señalar que la base de comparación de 2022, año marcado por las restricciones anticovid, hace que la cifra del pasado año resulte algo engañosa. Lo cierto es que, tras un fuerte repunte en la primera mitad de 2023, la economía china se mantiene sumida en una preocupante desaceleración, marcada por la crisis del sector inmobiliario, el mal comportamiento de las exportaciones, y una mayor desconfianza de la inversión extranjera, derivada no solo de los problemas económicos internos, sino de los crecientes riesgos geopolíticos derivados de la confrontación con EEUU. Así, a pesar del incesante goteo de medidas de apoyo al sector inmobiliario, las ventas no mejoraron durante el pasado trimestre. En volumen fueron todavía el 50% de 2019 y ligeramente inferiores a las de noviembre. Los precios de la vivienda y los nuevos proyectos de construcción también se contrajeron, aunque solo ligeramente. Por su parte, el crecimiento del valor añadido industrial se ralentizó al 4% en diciembre desde el 4,4% anterior, ello a pesar de la mejora de los volúmenes de exportación. También el crecimiento del consumo perdió algo de impulso en el cuarto trimestre. El crecimiento de los ingresos de los hogares se desaceleró al 5,3% desde el 6,2% del tercer trimestre, mientras que la tasa de desempleo subió una décima al 5,1%, en diciembre. En definitiva, aunque las cifras no señalan ni mucho menos una implosión de la economía china, como algunos auguraban el pasado verano, lo cierto es que se acumulan las dudas sobre la capacidad y voluntad de las autoridades de emprender estímulos más decididos para romper con la actual deriva del crecimiento. La mayor parte de los analistas pronostican un crecimiento en torno al 4,5% para 2024.