03 sep 2023

Golpe de Estado consolidado

El pasado 26 de julio, un grupo de soldados de la Guardia Presidencial se alzó contra el presidente Mohamed Bazoum (en el cargo desde 2021), reteniéndolo en el palacio y anunciando en televisión la toma de poder.

El resto del ejército apoyó el golpe apenas 24 horas después. La reacción de la comunidad internacional fue de sorpresa, ya que Níger se había consolidado como el principal aliado de los países occidentales en el inestable Sahel y había conseguido repeler los embites del yihadismo que asola al resto de la región. Enseguida se estableció una gran presión hacia los golpistas para que restaurasen el orden constitucional, realizando duras declaraciones e imponiendo sanciones económicas. La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), de la que Níger forma parte, amenazó inicialmente con emprender acciones militares en contra de los golpistas, una respuesta atípica pero que indica el hartazgo de los líderes regionales con los cada vez más habituales golpes militares. No obstante, esto supuso una escalada de la tensión, ya que mientras que Nigeria, Senegal, Costa de Marfil y Benín anunciaron su disposición a enviar tropas a Níger, los líderes de las juntas militares que gobiernan Mali, Burkina Faso y Guinea (que han sufrido cambios de gobierno no democráticos en los últimos años) se posicionaron decididamente a favor de los golpistas, advirtiendo de que cualquier intervención se consideraría una “declaración de guerra”. Ante el temor a desatar un conflicto regional de consecuencias imprevisibles, la CEDEAO ha preferido, al menos de momento, continuar presionando por la vía diplomática. Esto permitió que el golpe se consolidase a lo largo de las primeras semanas de agosto, y que el líder de la junta militar, el general Abdourahamane Tchiani, formase gobierno, en el que los militares ocupan los principales puestos. Tchiani ha propuesto además el regreso al régimen democrático en un plazo de tres años. Bazoum se ha negado a dimitir y aceptar formalmente la situación, y se encuentra todavía retenido por los golpistas; la junta ha anunciado que pretende juzgarlo por “alta traición” y “socavar la seguridad nacional”. El presidente francés, Emmanuel Macron, que en todo momento ha respaldado a Bazoum, ha declarado recientemente que habla por teléfono con él “a diario”, algo que ha permitido a la junta reiterar sus acusaciones a París de “interferir en los asuntos domésticos de Níger”. La junta militar ha pedido la retirada del embajador francés en Niamey y de las tropas estacionadas en el país (alrededor de 1.500 soldados), algo a lo que París se ha negado por no reconocer la legitimidad de los golpistas. Además, y siguiendo de nuevo la tendencia de otros golpes en la región, donde se ha extendido un marcado sentimiento antifrancés, los golpistas han roto los acuerdos militares con Francia y han mostrado su acercamiento a Moscú (aunque el difícil verano del grupo Wagner ha impedido la consecución de ningún pacto). Una de las socorridas razones que dio Tchiani para excusar el golpe fue “el deterioro de la situación de seguridad”, pese a que la violencia yihadista en Níger se había reducido tras la llegada de Bazoum al poder; desgraciadamente, los grupos terroristas han intensificado sus ataques en el último mes. Níger, uno de los países más pobres del mundo, con una renta per cápita de apenas 610 $, se enfrenta así a enormes retos en los próximos años.

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