La crisis del aceite de oliva

Este drástico encarecimiento –muy superior al registrado por los hidrocarburos- en el último año se explica por el desplome de la oferta en los principales países productores. En el caso de España (que concentra el 65% de las exportaciones mundiales) la producción en la campaña agrícola 2022-23 se desplomó más de un 56%, hasta las 663.000 toneladas métricas, como consecuencia de las temperaturas inusualmente elevadas registradas en primavera. En el caso de Italia, la caída de la producción se debe a la bacteria Xylella fastidiosa, un microbio que ha arrasado con millones de árboles en la región de Apulia. En consecuencia, la oferta mundial se ha reducido en una cuarta parte en tan solo un año, hasta las 2,62 millones de toneladas. Al mismo tiempo, la demanda se ha situado en los últimos años por encima de los 3 millones de toneladas, el doble que hace unas décadas. Ante el escenario de escasez, algunos países productores, como Turquía, están adoptando medidas drásticas, como la prohibición de exportar, con el objetivo de abaratar los precios en el mercado local. Estos problemas persistirán, al menos, hasta el próximo año. Se calcula que la producción en España en la campaña 2023-24 mejorará ligeramente, situándose en torno a las 737.000 toneladas, que, sin embargo, equivale a la mitad del promedio de la última década. Tampoco se espera un comportamiento especialmente bueno en otros productores, como Grecia e Italia. Así pues, no se descarta que en los próximos meses la cotización del aceite de oliva marque un nuevo récord, por encima de los 10.000 dólares por tonelada, un valor que parecía impensable hace tan solo unos meses.