17 ago 2021
La “nueva normalidad” que a las empresas debe importarles ahora y siempre
Unos dicen que la digitalización, otros hablan de la calidad y también de las marcas locales... La realidad es que la única “nueva normalidad” que los negocios deben tener en cuenta es cuidar su continua capacidad de adaptación a un entorno que cambió, está cambiando y cambiará hacia otro que será completamente diferente y, también, desconocido, por mucho que se quiera decir lo contrario.
Durante la pandemia hemos oído hablar en varias ocasiones de “nueva normalidad”. Pero desde el punto de vista de los empresarios aferrarse a este concepto supone un error. ¿Por qué? Pues simple y llanamente porque todo está (y así debe ser) en continuo cambio, por lo que considerar que nada volverá a transformarse aunque ahora todos nos adaptemos al entorno a la citada “nueva normalidad” convierte a las empresas en elefantes a los que les cuesta cambiar el paso.
En otras palabras, como ha sido durante toda la historia, las cosas seguirán cambiando y lo que ahora pueda gustar debido al brutal impacto de la pandemia en nuestras vidas, puede que no sea del agrado del consumidor dentro de unos pocos años. De nuevo todo habrá cambiado y, de nuevo, las empresas tendrán que cambiar el paso para adaptarse a lo que el cliente quiere. Porque en la nueva, como en la vieja, como en la futura normalidad lo único que no va a cambiar es que los negocios solo podrán sobrevivir si ofrecen lo que el cliente quiere en ese justo momento y siguen adaptándose a lo que el cliente querrá dentro de uno, dos años, o dos décadas.
Por ello, las empresas deben de olvidarse del pasado, y centrarse en el presente y, también en el futuro. Ejemplos de negocios que han sabido adaptarse a las circunstancias los hay a montones en sectores como el comercio. De hecho, las grandes marcas del retail como el pequeño comercio ha visto que los canales digitales eran una vía de ingresos que había que explorar para sobrevivir en un entorno en el que el cliente estaba encerrado en su casa. No cabe duda que en esta acelerada transformación digital que el tejido empresarial nacional ha experimentado tienen mucho mérito aquellas tiendecitas que han tenido la capacidad de adaptarse a la “nueva normalidad” del momento.
Ahora todos los expertos coinciden en que el comercio electrónico seguirá al alza porque la sociedad está digitalizada. ¿Será verdad? Todo indica que sí. Pero realmente y por mucho que quiera afirmar nadie sabe a ciencia cierta lo que el consumidor tendrá en la cabeza dentro de unos años. Eso sí, lo único que debe ser real para las empresas es que su “nueva normalidad” seguirá siendo la de reinventarse para responder en todo momento y lugar a lo que el tipo que le paga las nóminas quiera en ese preciso instante.
Con todas las cautelas del mundo y dentro de esa “nueva normalidad” que las empresas están obligadas a abrazar, existe alguna tendencia que, por lógica, parecen que formarán parte de los hábitos del consumidor en los próximos años. Una es la ya comentada compra online, una tendencia que con la epidemia todo el mundo parece haber abrazado.
Otra es la preferencia por la calidad. No cabe duda de que este concepto puede extrañar en un momento de crisis como el actual, pero diferentes estudios apuntan a que los encierros han cambiado los hábitos de socialización de las personas, dando mayor prioridad a un consumo más selecto, en el domicilio y con menos personas. Las personas han desarrollado un mayor aprecio a la vida, por lo que no es descabellado considerar que todo aquel que pueda permitírselo no tendrá inconvenientes en pagar un extra por disfrutar de un producto o servicio de mayor calidad.
Las empresas, por tanto, han de tener en cuenta que ahora quizá sea el momento para apostar por el valor añadido. Pero, cuidado, sin olvidarse de lo básico, ya que hay muchas personas con dificultades para llegar a fin de mes, por lo que no están en condiciones de abonar ese extra del que se hablaba con anterioridad. No cabe duda, que esta dualidad obliga a cambiar muchos negocios.
Un buen ejemplo sería la distribución alimentaria, que no puede ir de clasista ni tampoco conformarse con el bajo coste, sino que necesita encontrar un mix de producto que satisfaga tanto a las familias más desahogadas como a las que lo están pasando peor.
La solidaridad también es otra tendencia que, aunque venía de lejos, la pandemia ha exacerbado. Quizá por ello no es disparatado pensar también que esa ola de buenismo que habita en estos momentos entre las personas pueda ayudar a las empresas nacionales y a los negocios de proximidad frente a las poderosas multinacionales. Como ya se ha dicho nadie sabe nada a ciencia cierta pero las firmas locales deben tener claro que si tienen un producto o servicio de calidad quizá sea esta “nueva normalidad” la ocasión que necesitaban para destacar.
Pero sea de una forma u otra, la única realidad que las empresas deben considerar es que tendrán que anticiparse, si pueden. Y si no han sido capaces, pues tendrán que adaptarse. Lejos quedan ya aquellos años en los que las marcas más reconocidas creaban tendencias y la sociedad se adaptaba a ellas (léase la comida rápida, la moda de usar y tirar o los móviles). Ahora es el consumidor el que crea dichas tendencias y son las empresas las que tienen que recurrir a sus reflejos para no quedarse atrás.
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