22 jun 2021
El sector exterior confía en el euro para impulsar su negocio internacional
Dos de cada tres empresas españolas emplean mayoritariamente el euro como divisa en sus negocios de exportación, el 66,1%, según datos de Eurostat.
El sector exterior europeo y, por ende, el español, mantiene una tensa batalla por la hegemonía de su divisa preferencial a la hora de concretar sus negocios comerciales. Entre el euro y el dólar. La última revisión sobre el uso monetario de las empresas del mercado interior que ha publicado Eurostat, de 2018 -que realiza cada dos años, y que ha retrasado su actualización por el parón de la actividad económica y comercial del pasado ejercicio por la Gran Pandemia- refleja esta dualidad. Aunque siga siendo el billete verde americano el que lleva la delantera en el cómputo general, el que relaciona la suma de exportaciones e importaciones con una u otra divisa, las de mayor influencia en el orden económico-financiero global. En el año en el que se desencadenan las hostilidades arancelarias auspiciadas desde la Administración Trump, las firmas exteriores de la UE facturaron el 45% de sus operaciones comerciales en dólares, cuatro puntos por encima de las que se decantaron por la moneda europea. Aunque la predilección por una u otra ofrece un matiz esencial. Las importaciones apostaron por el dólar -un 56% del negocio de adquisición de mercancías, frente al 35% que se denominaron en euros- y las exportaciones por la divisa de los socios monetarios europeos: un 48% optó por el euro, mientras el 35% se inclinó por la divisa estadounidense. Sin embargo, la brecha operativa entre ambas se agranda. Porque en 2010, las ventas al exterior europeas alcanzaron el 52,3% de facturaciones con euros; las acordadas con dólares se situaron en el 31,9%. Una tendencia que, en menor medida, también se corrobora en el apartado de compras fuera del espacio común europeo. Al inicio de la pasada década, en el primer ejercicio del despegue tras el credit crunch de 2008, se registraron un 55% de contratos en dólares -un punto más que en 2018-, mientras que el euro ha cedido nueve décimas durante este periodo.
La intensidad en el uso de la divisa norteamericana se explica, en gran medida, porque continúa ejerciendo su dominio en el mercado petrolífero y energético en general. El 88% de las compras internacionales europeas de crudo se formalizan en dólares, y sólo un 11% en euros. Mientras que los productos derivados del oro negro también siguen esta pauta. Si bien, en una menor medida, ya que factura el 63 % de sus exportaciones de esta rúbrica con la divisa de EEUU y sólo el 28 % con la moneda común europea. El dólar es, además, la divisa más utilizada para la importación de manufacturas (51 %, frente a 38 % en euros), aunque las exportaciones de este tipo de bienes se cobran más en euros (49 % frente al 33 % en dólares). En cuanto al resto de bienes primarios, el comercio se realiza sobre todo en euros, divisa con la que se pagan el 47 % de las importaciones (44 % en dólares) y el 54 % de las exportaciones (32 % en dólares).
En España, su sector exterior es uno de los más proclives al uso del euro. Pero también con dos claras salvedades. El diferencial de uso entre importaciones y exportaciones es mayor que el de la media comunitaria, y el uso del euro también pierde terreno respecto a 2010. Un 60,2 % de las importaciones hispanas se pagaron en dólares, y un 38,1 % en euros, mientras que en 2010 el uso de ambas divisas estuvo más nivelado: el 51,9 % y 46,7 %, respectivamente. Por contra, las exportaciones facturaron sobre todo en euros -63,8 %, medio punto más que en 2010-, dando más cobertura a los pagos en dólares, que pasaron del 28,6% en 2010 al 30,1 % en 2018. La Comisión Europea ya alzó entonces, en los primeros estadios de los litigios comerciales, su voz de preocupación sobre las señales de pérdida de peso del euro y su intención de impulsar una estrategia más efectiva para elevar su influencia global y captar un mayor interés inversor por la divisa en los mercados de capitales. Con recomendaciones a sus socios para que utilicen el euro en sus transacciones energéticas y aumenten las emisiones de deuda denominadas bajo la divisa europea; al tiempo que aseguró estar estudiando las posibilidades de usar más la divisa comunitaria en los sectores de materias primas y agroalimentario. Bruselas ha argumentado en el trienio de alta conflictividad comercial previa a la Gran Pandemia, que el uso del dólar expone a las empresas europeas a riesgos por el tipo de cambio y las decisiones unilaterales de la Casa Blanca. La fidelidad del sector exterior español al euro supera a la de sus homólogos de Alemania y Francia, las dos grandes potencias económicas de la zona monetaria.
Al frente de las exportaciones en euros figuran tres socios del Este -Eslovenia y Eslovaquia- que no fueron miembros fundadores de la zona monetaria -el primero ingresó a los diez años de la selección de miembros fundadores del euro (en 2007), y el segundo, diez después del estreno de la divisa europea en los mercados internacionales (2009)-, mientras que Croacia, que todavía no está oficialmente en el área, ha vinculado, desde julio pasado, su divisa, la kuna, en el sistema de tasa de cambio del euro, el conocido como ERM II. Mientras que en el furgón de cola aparecía Reino Unido -ya con el Brexit en marcha- que apenas registró un 5% de sus compras y un 4% de sus ventas en euros y que mayoritariamente operó con otras divisas ajenas al espacio dólar, muy en especial, la libra. Pero también países que mantienen su soberanía monetaria, como Suecia o Dinamarca, que han rechazado en varias ocasiones un referéndum de adhesión al euro. Y entre medias, Irlanda.
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