08 nov 2020
Cambios inesperados
El presidente, Recep Tayyip Erdogan, anunció la semana pasada una nueva reestructuración en el Banco Central, la segunda en apenas un año. El mandatario cesó al gobernador, Murat Uysal, en el cargo desde mediados de 2019, y nombró en su lugar a Naci Agbal, antiguo ministro de Finanzas.
El presidente ha adoptado esta decisión en un intento de frenar el desplome de la lira turca que, desde principios de año, ha perdido cerca de un 30% de su valor en el cruce con el dólar estadounidense. En efecto, el comportamiento de la moneda se ha convertido, desde hace dos años, en uno de los principales quebraderos de cabeza del gobierno turco. Ante el rechazo de Erdogan de incrementar los tipos de interés ‒a los que considera “la madre de todos los males”‒ la estrategia del Banco Central para sostener la moneda se ha limitado, más bien, al uso masivo de reservas. Sin embargo, esta política ha resultado insuficiente. En primer lugar, la capacidad de Turquía de utilizar reservas es limitada, dado que es un país que registra, habitualmente, déficit en la balanza por cuenta corriente. Y, lo que es más importante, la presión sobre la lira se ha acentuado como consecuencia de la agresiva política exterior de Turquía, presente en múltiples frentes; entre otros, las guerras civiles de Libia y Siria y el reciente conflicto entre Armenia y Azerbaiyán. Por si fuera poco, la creciente asertividad de Ankara en el panorama internacional se ha traducido en un considerable deterioro de las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea. Con Bruselas la tensión ha alcanzado una nueva dimensión a raíz de la competencia por explotar los yacimientos de gas en el mar mediterráneo. Volviendo al marco político, la nueva reestructuración del Banco Central ha originado un movimiento sorprendente. Un día después de conocerse, el ministro de Finanzas y yerno del presidente, Berat Albayrak, anunció su dimisión en su cuenta de Instragram. El político aludió su salida del ejecutivo a supuestos problemas de salud; sin embargo, se especula que esta decisión obedece, más bien, a sus desavenencias con el nuevo gobernador. Muchos apuntan, además, que la dimisión podría responder a las crecientes presiones dentro del partido del gobierno, el AKP, disconformes con el papel de Albayrak al frente de la cartera de Finanzas. Sea como fuera, supone un movimiento inesperado dado que, el ascenso meteórico del yerno del presidente en los últimos años le había consolidado como uno de los principales candidatos a suceder en un futuro a Erdogan. De momento los mercados han acogido favorablemente los cambios en el ejecutivo turco. El nombramiento de un gobernador respetado dentro y fuera del país ha sido interpretado como un giro del presidente a la ortodoxia económica que le caracterizó en sus primeros mandatos. Ahora bien, el margen de maniobra es reducido. Las reservas se sitúan, actualmente, en el nivel más bajo de los últimos 20 años, por lo que las posibilidades del Banco Central de defender la moneda se limitan, en gran medida, a endurecer la política monetaria, una estrategia que iría en contra de los intereses de Erdogan. Y, por si fuera poco, la lira seguirá oscilando en función de la política exterior de Turquía, una variable que se escapa al control del Banco Central.