Davos elige los riesgos de 2023: inflación, bolsas y geopolítica

Los negocios de las compañías con vocación internacional atraviesan una crisis de identidad. No por casualidad, sino por la fuerza de los acontecimientos. En la cumbre anual en Davos del World Economic Forum (WEF), el 73% de los 4.410 ejecutivos consultados entre octubre y noviembre del pasado ejercicio por la multinacional de servicios profesionales PwC presagiaron que en los doce meses de 2023 el planeta entrará en recesión y dejaron claras muestras de que el sondeo de opinión con sus respuesta es la más pesimista y con peores augurios desde 2011, cuando se concentró la crisis de la deuda europea y se presenciaron los efectos más dañinos del tsunami crediticio y bancario que siguió a la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008.

Así lo constata los propios expertos de PwC que, además, en línea con los líderes empresariales, políticos, sociales y financieros que se dieron cita en el refugio invernal suizo, corroboraron que la globalización no goza de buena salud y que la amenaza de que surja de forma inminente un decoupling o fragmentación del sistema de libre tránsito internacional de personas, mercancías, servicios y capitales en dos bloques comerciales, uno liderado por EEUU y otro por China, al que sucederían fases de convulsión y, sobre todo, la quiebra de la estructura multilateral.

Este súbito viraje del orden mundial depararía transformaciones de calado en el terreno de la geopolítica, en el ámbito económico-financiero, en la industria tecnológica, en la transición energética hacia la sostenibilidad y en los flujos del comercio. De consumarse, se generaría una disrupción masiva de las cadenas de valor, alternaciones en las rutas de tránsito de mercancías y servicios, fugas de inversiones y sacudidas logísticas de especial intensidad.

En este contexto es en el que se enmarca la opinión de las dos quintas partes de los encuestados por PwC que muestran su preocupación por la desaparición de sus firmas en el próximo decenio.

Una porción que se eleva a dos terceras partes al pronosticar la recesión de la economía global, con recortes de sus beneficios y aumento de sus costes empresariales. Lectura que aparece en un apéndice del informe, en este caso derivada de un estudio realizado entre 2.700 empresarios por parte del WEF y que revela que el 18% de los ejecutivos considera que la contracción “será extremadamente profunda”.

Pese a estos nubarrones sobre la coyuntura mundial, las autoridades económicas y monetarias convinieron en mostrar una cierta luz en el túnel al advertir que la actividad entre las potencias industrializadas y los grandes mercados emergentes podría apuntar hacia un “aterrizaje suave” o etapas recesivas cortas y con cargas de baja profundidad. Dentro de un panorama financiero en el que los tipos de interés frenarán su escalada ante la posibilidad real de que las inflaciones hayan tocado techo.

Aun así, los riesgos que aprecian los ejecutivos parece que van a dominar los planes estratégicos corporativos, anticipaba Bob Moritz, presidente global de PwC, porque sus perspectivas futuras y sus valoraciones sobre sus negocios resultan “demasiado convincentes”. La lista de peligros en 2023 sitúa a la espiral inflacionista como la primera de las preocupaciones del sector privado, al que sigue la volatilidad macroeconómica y de los mercados de capitales y la alta conflictividad geopolítica. 

Adaptarse o quebrar. Moritz destacó que el 40% de los ejecutivos consultados por su firma está convencido de que “sus organizaciones no serán viables económicamente en diez años si no se acomete en ellas una transformación” de sus actuales líneas de negocio. A corto plazo -explicó- sus temores residen en gestionar las presiones sobre los costes, pero a largo irrumpen riesgos como las cadenas de valor, los efectos de cambio climático o los impulsos que tomará el boom tecnológico y la innovación. 

Es como si aceptaran que “deben sobrevivir dos años para prosperar en los siguientes diez”, avisa el máximo dirigente de PwC. Frente a la encuesta de 2022 en los que sus mayores tensiones de gestión fueron la ciberseguridad, el reforzamiento de los sistemas de salud para prevenir futuras pandemias y la amenaza climática. Aun así, el combate contra la catástrofe del clima y la puesta en marcha urgente de medidas de transición y neutralidad energética se mantiene como asunto urgente -aclara Moritz- como lo demuestra que entre el 60% y el 70% de los CEO’s aseguren que ya han iniciado acciones corporativas en materia de sostenibilidad y descarbonización.

Moritz también situó la rivalidad por los multimillonarios subsidios hacia proyectos verdes entre Europa y EEUU como “conflicto geopolítico” en ciernes, y señaló a Oriente Próximo y las ínfulas de influencia de Irán como otras áreas de elevado voltaje, además de la guerra de Ucrania. Sobre la escalada de precios, apuntó a que incluso la Inflation Reduction Act de la Casa Blanca “podría convertirse” en un riesgo potencial de repuntes mensuales en el IPC estadounidense.   

Para el WEF, el diagnóstico de riesgo de 2023 muestra que la crisis económica converge -el FMI pronostica una recesión de la tercera parte del PIB global- desde los costes de la vida a la elevada volatilidad de los precios energéticos, lo que ha impulsado la toma de decisiones a corto plazo y la polarización de las sociedades. Es -dicen sus expertos- como una disyuntiva en la que se deben atender, primero, aspectos que podrían calificarse de coyunturales como la tensión comercial o tecnológica y aspectos como las subidas salariales o el retorno de beneficios, propias de toda crisis que se precie, y otras, más estructurales, de largo recorrido, como la mitigación del cambio climático y la adaptación a reglas de sostenibilidad, la confrontación geoeconómica, la erosión de las sociedades por los altos grados de crispación o la propagación del cibercrimen o de flujos migratorios descontrolados.