03 nov 2020

Solvencia y seguridad, las dos claves para encarar el futuro

El impacto de la crisis del coronavirus en la actividad empresarial está siendo muy grave. Basta con ver las cifras de cierre de compañías y las del paro para darse cuenta de ello. Lo normal ante una recesión que llevará al PIB español a caer un 12% en 2020, según el Fondo Monetario Internacional, es que la bolsa nacional estuviera en la UVI y la prima de riesgo disparada. Pero, por fortuna para todos, eso es algo que no está ocurriendo. Tampoco pasa en el resto de plazas bursátiles europeas, donde los índices circulan en tierra de nadie, alejados de sus soportes claves. ¿Por qué ocurre esta divergencia entre el mundo real y el de los mercados? Sin duda porque todo el mundo espera que la crisis de la Covid sea temporal. O dicho de otra forma: los inversores esperan que con la llegada de la vacuna, cualquier de ellas ya que no está la cosa como para elegir, la nueva normalidad se convierta en vieja normalidad.

Con todo, existe otro motivo aún más importante que hace que la recesión actual no impacte en las bolsas como podríamos suponer. Se trata de la no existencia de una crisis financiera que acompañe a la económica y social que ya sufrimos. Hasta ahora, los bancos parecen presentar una salud envidiable, incluso las aseguradoras exhiben cierto músculo financiero al efectuar compras en este periodo. Conviene recordar que de recesiones como la actual, limitada solo al ámbito de la actividad y al del consumo, se puede salir con medidas adecuadas en un tiempo corto, unos dos años de media. En cambio, en la crisis que afectan al sistema financiero y, por extensión, al monetario y al crediticio, el tiempo se puede alargar fácimente a diez años. Sirva para entenderlo el tiempo que tardó España (si es que alguna vez lo llegó a hacer) en salir de la crisis financiera de 2008 y de la de 2011, generada la primera por la caída de Lehman Brothers.

La importancia de los bancos

Experiencias pasadas demuestran que la letalidad de las crisis financieras son aún peores para las empresas de todo tamaño y condición que las meramente económicas y sociales. Y es que sin los bancos y otras entidades del sector es imposible conseguir la financiación necesaria para seguir operando.

Pues bien, los nuevos negocios deben saber que nunca ha habido hasta el momento una crisis económica que no haya sido acompañada de una financiera al poco tiempo. Así pasó en la crisis de los años 80, en el colapso mundial de los 70 por el petróleo o en la gran recesión de los años 30 del pasado siglo que acabó con Wall Street. En todos esos periodos, los bancos más débiles cerraron o pasaron por momentos de fuertes tensiones financieras. No es difícil entender por qué siempre tras una parón de la actividad llega un caos financiero. Y es que cuando las empresas pierden dinero y los negocios cierran, gran parte de esa pérdidas acaban en los balances de los bancos.

Por tanto, el hecho de que hasta ahora nos hayamos librado de la crisis financiera a pesar de la quiebra de miles de empresas en toda Europa está en la decidida acción de los bancos centrales  inyectando liquidez a espuertas en el sistema financiero, asegurando solvencia y seguridad. También el hecho de que Bruselas cogiera desde el principio el toro de la crisis por los cuernos ha evitado las tensiones en el euro que hubo en la crisis de 2008 a las que el expresidente del BCE, Mario Draghi, puso fin con aquella mítica frase haremos lo que sea necesario para salvar el euro. Pero, por desgracia, no se debe ser optimista con el hecho de que seamos inmunes a las tensiones financieras, porque es imposible que una caída del PIB europeo del 10% no acabe impactando en algún banco. De ahí el interés de todos los reguladores nacionales e internacionales en fomentar las fusiones en el sector como vía para generar instituciones más sólidas y resistentes.

Ante el peligro de una crisis financiera, que si todo sigue así sería la primera vez en la historia que se logra evitar, conviene que las pymes y los autónomos estén preparados para hacer frente a un golpe que, de producirse, será más letal y duradero que el actual. Por desgracia, la única manera de responder con seguridad a una crisis bancaria es presentando una situación financiera impoluta que permita a la empresa prescindir del apoyo bancario durante un largo periodo de tiempo.

Para qué engañarse pedir solidez en un momento en el que las empresas han visto como sus cifras de negocio han caído de forma dramática es como predicar en el desierto. Pero no está de más recordar que ahora más que nunca es el momento de que el plan de negocio de la compañía tenga marcado en negro y a triple espacio la estrategia de evitar cualquier gasto innecesario, ya que hasta el último euro puede ser necesario en una crisis financiera.

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