24 jun 2024

Taiwán quiere cenar en la mesa de la diplomacia mundial

La renovada amenaza china, la batalla industrial por la supremacía tecnológica y el control de los chips han encumbrado a Taiwán a la cúspide del diálogo geopolítico global.

Diego Herranz - Colaborador de Asesores de Pymes externo a Cesce

 

La victoria electoral de Lai Ching-te (William Lai) en las presidenciales de Taiwán concedió a su partido, el Democrático Progresista, de centro izquierda liberal, el tercer mandato consecutivo, un hecho histórico en la isla que contribuirá en los próximos cuatro años a consolidar la proclama de su antecesora, Tsai Ing-wen -primera mujer en acceder a la jefatura del Estado, en la que se asentó durante dos legislaturas- de que Taiwán -en alusión a la creciente reivindicación china-, es ya un territorio soberano y, por tanto, un país con plenos poderes autónomos y que, a modo de conclusión, no necesita declarar su independencia. Gesto que Pekín entendería de inmediato como una declaración de guerra. Después de un decenio de crecientes incursiones militares en el espacio aéreo y marítimo taiwanés de sus cazas y buques en maniobras oficiales.

Quizás el momento de máxima tensión ocurrió en agosto de 2022 con la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, a Taipéi, como parte de un viaje a varios países asiático, pero en plena oleada de reclamación territorial y de expansión marítima por el Mar de China del régimen de Pekín, y que sirvió para que la Casa Blanca reforzara su pacto de ayuda en caso de agresión a Taiwán tras impulsar la Alianza Indo-Pacífica para crear un área de libre comercio con las potencias industrializadas y emergentes en Asia -entre ellas, India, gran rival regional de China- y el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad AUKUS, la denominada OTAN del Hemisferio Sur oriental. Dos iniciativas de la Administración Biden que Xi Jinping ha criticado de manera especialmente severa por considerarlos obstáculos a su objetivo de anexionarse Taiwán.

Por si fuera poco, el voltaje geopolítico que ha creado la doble contienda bélica, en Ucrania y Gaza, y las sucesiones de carreras competitivas por el liderazgo del cambiante orden mundial, con el proteccionismo subvencionado de los chips y los sectores tecnológicos no solo en EEUU y en China, sino en otras potencias emergentes, industrializadas y comerciales como la UE, Japón o la India, han terminado por hacer germinar una incipiente diplomacia económica que concede amplios poderes a la relocalización de fábricas, a la seguridad logística y al control de los avances digitales y de innovación. A la espera de comprobar si la globalización detona y se produce una especie de decoupling de mercados con las dos superpotencias liderando cada uno de ellos.

En este contexto es en el que ha nacido, según la número dos del FMI, Gita Gopinath, de origen indio, unas alianzas geoestratégicas y comerciales “entre países amigos (friendshoring), con las que configurar espacios sin riesgos (de-risking) y que garanticen la demanda de abastecimiento (self-reliance), y en el que Taiwán ha puesto en liza su diplomacia tecnológica. Una maniobra a la que William Lai dará prioridad y que justifica, como las potencias globales, por cuestiones de seguridad nacional y por la urgencia en construir diques de resiliencia activa con los que aplicar dinamismo a las economías y a las cadenas de valor empresariales.

“Queremos que el mundo conozca la identidad de Taiwán porque representamos la democracia, la libertad y la diversidad”, aseguró el presidente electo. En alusión a sus 400 años de gestión de inmigrantes, un asunto que le distancia de Pekín, pese a que el 95% de los residentes en la isla son de etnia chan, originaria de la China continental, pero con un 2% de población indígena y un 3% restante (y el 80% de los trabajadores extranjeros) con procedencia de Indonesia, Filipinas, Tailandia o Vietnam. Y, sobre todo, en su deseo de revitalizar la industria de semiconductores y materiales para la construcción de circuitos integrados, de la que su país es una potencia global y sobre la que se asienta la incipiente diplomacia económica con preeminencia de la tecnología.

No por casualidad, Taiwán hace el 92% de los chips más avanzados. Los que reclaman las firmas de IA y las bigtechs. Con su joya empresarial -Taiwan Semiconductor Manufacturing Corporation (TSMC)- protagonizando junto a la californiana Nvidia las mayores subidas bursátiles en 2024 y liderando la reanudación de las cadenas de valor del sector en Asia, primero, y con el resto del planeta, después, y superar así las múltiples disrupciones económicas, geopolíticas, financieras y monetarias que han soportado desde la Gran Pandemia. 

Además, no solo ha sido una de las grandes beneficias de los nuevos 52.000 millones de dólares de subsidios de la Chips & Science Act americana sin nacionalidad estadounidense, sino que se beneficia de la alianza amistosa que Washington ha sellado con aliados como Canadá, Japón, Reino Unido, Alemania, Francia, Corea del Sur o India, y como mercado nutriente de materiales y manufacturas como Costa Rica, Panamá, Vietnam o Filipinas. En todos ellos, como lo hace la americana Intel o Nvidia, TSMC podrá operar. “No puedes acaparar el 90% de los chips de alta gama fuera de EEUU en un único territorio y que éste, además, esté amenazado por tu máximo rival”, explica Shawn Muma, director del Digital Supply Chain Institute. 

De igual manera, TSMC, como la holandesa ASML, custodiarán la máquina de chips en caso de una invasión china de la isla, asunto que preocupa -y mucho- en el Despacho Oval. A raíz de un acuerdo bilateral con Ámsterdam que ha tenido la bendición -no sin contrapartidas y exigencias- de Washington. La batalla global por los circuitos integrados requiere de múltiples concordatos, algo que incluso EEUU ha acabado aceptando. Es lo que exige la diplomacia tecnológica; sobre todo, porque el 15% de las exportaciones de TSMC tenían China como destino y, con el veto a la transferencia de tecnología americana y occidental de la Administración Biden sobre las ventas al gigante asiático, “se requiere poner más huevos en distintas cestas”, explican voces del sector.

Algo que ha entendido Taiwán, que ha sellado pactos con EEUU, Canadá, Francia y Alemania, así como con Países Bajos, mientras crea hubs manufactureras como el que acaba de inaugurar en Praga. La diplomacia de los chips de Taipéi lleva un bienio operativa; en concreto, desde la visita de Pelosi porque “la existencia misma del país depende de su capacidad para fabricar circuitos integrados de alta calidad”, aclara su ministro de Tecnología Wu Tsung-Tsong. 

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