Erdogan se enfrenta a la disyuntiva de adentrarse en nuevos frentes o priorizar la estabilidad económica, una dicotomía incompatible ¿Y ahora qué? Anticipar la estrategia de Turquía en los próximos años resulta enormemente complejo, más aun te-niendo en cuenta que los movimientos de Erdogan son cada vez más impredecibles y arriesgados. Las próximas elecciones presidenciales, que se ce-lebrarán en 2023, añaden aún más incertidumbre. Aunque el mandatario sigue partiendo con ventaja, su posición se ha debilitado como consecuencia del mal comportamiento de la economía. La victoria de la oposición en las principales ciudades del país, in-cluidas Ankara y Estambul, en las elecciones munici-pales de 2019 supuso un severo revés para el parti-do oficialista y sacó a la luz las primeras grietas de un sistema que parecía impermeable. En este contexto, no se puede descartar que el pre-sidente instrumentalice el papel de Turquía en el pa-norama internacional para reforzar su candidatura, esgrimiendo uno de los recursos políticos más pri-marios: el mito del enemigo exterior. Sin embargo, el margen de maniobra para obtener réditos de este factor es cada vez más estrecho. El conflicto de Libia se ha trasladado actualmente al terreno diplomáti-co y, en el caso de Siria, parece poco probable que Turquía apueste por una mayor implicación, dado que exigiría un esfuerzo militar que superaría am-pliamente los beneficios. Por último, elevar todavía más el pulso con las po-tencias occidentales tampoco parece el escenario más plausible. La aprobación de sanciones o aran-celes por parte de Estados Unidos o de la Unión Eu-ropea podría descarrilar el proceso de recuperación económica iniciado tras un complicado ejercicio sa-cudido por la crisis del coronavirus. Así pues, Erdogan se enfrenta a la disyuntiva entre adentrarse en nuevos frentes o priorizar la estabi-lidad económica, una dicotomía incompatible. No sería extraño, en este escenario, que el presidente apueste por un camino intermedio: mantener la ac-tual retórica belicista al mismo tiempo que adopta, en la práctica, un perfil menos combativo. En un horizonte temporal más amplio, cabe esperar que Turquía siga protagonizando, en buena medi-da, la agenda geopolítica. Conviene tener en cuenta que los numerosos frentes en los que Turquía está presente no se han resuelto. Por lo tanto, persistirá la tensión y el riesgo de una escalada de las hostili-dades en cualquiera de ellos. A esto se suma la posibilidad de que se añadan nue-vos hilos argumentales. Si Erdogan gana los comi-cios, tal y como se espera, no sería extraño que con-tinúe con su particular estilo diplomático. Probable-mente maniobrará para seguir avanzando en su ob-jetivo de convertirse en un personaje histórico en el imaginario colectivo, lo que entraña, entre otras co-sas, lograr nuevos éxitos en el exterior. En definitiva, nos encontramos tan solo en la mitad del camino; la función debe continuar y, al igual que en la industria del entretenimiento, los giros argu-mentales, los acontecimientos inesperados y los fi-nales inciertos serán un recurso recurrente. LA PASIÓN TURCA